Nos persigue el cráneo
de la canción
Que entonó el escriba de
la tarde
—Como suaves recintos de ojos—
¿Cieblo o Ciemblo?
Las ramas son las alas
del cóndor quieto
Un diente de león incendia el mundo
—Maceración de crepúsculos—
Esta casa que hoy nos
alberga
Es un humorista que teje
despacio
Su tela de araña
inimaginable
—Al observar el espejo dormido—
La borrasca del momento
También es un leño de
fuego blanco
Como la ganzúa que sale
por su boca
—La poción preliminar del humo—
Somos
El faro de la palabra
Que estamos recordando
Somos
Un vasito de mente
impura
Que riega amorosamente
lo rígido
Tardes eternas de las
17:39
—Nunca nos anocheció —
Leo Cáceres, Edgar Pacompia, William Gordillo
Foto: Carlos Alp