A propósito de la acusación de Larrea contra Neruda
Dr. ENRIQUE ROBERTSON
Médico en Bielefeld, Alemania
En nerudiana 6 (diciembre 2008) * se conmemoró el 70°
aniversario de la muerte de César Vallejo. El gran poeta peruano murió durante la mañana del
viernes 15 de abril de 1938 en la Clínica del Boulevard Arago de París, donde había
ingresado muy enfermo tres semanas antes, sin que el equipo de cinco médicos encabezados
por el afamado Dr. Lemière hubiese podido establecer el diagnóstico del
misterioso mal que lo mató lentamente. Los resultados de las pruebas de sangre y otros
análisis clínicos y radiográficos resultaron inútiles para aclarar la causa de su
enfermedad. Según Georgette Vallejo, esposa del poeta, el Dr. Lemière le dijo: «Veo que
este hombre se muere, pero no sé de qué». A falta de un diagnóstico médico, para explicar la causa de su prematura muerte abundaron otros diagnósticos
establecidos por amigos, poetas, escritores, músicos e historiadores. Unos dijeron saber
que había muerto de tuberculosis, otros que de sífilis secundaria, o fiebre amarilla,
o malaria o paludismo, diagnósticos que la Clínica Arago había descartado en los 23
días que estuvo hospitalizado allí.
Entonces y después, se aseguró repetidamente:
murió en cumplimiento de su célebre profecía «Me moriré en París con aguacero, / un
día del cual tengo ya el recuerdo» (del soneto “Piedra negra sobre una piedra
blanca”). Neruda dijo: Vallejo murió de hambre y asfixia: murió del aire sucio de
París, del río sucio de donde han sacado tantos muertos. Juan Larrea inculpó a
Neruda de haber contribuido indirectamente a que Vallejo muriese de sus muchas
hambres, por no haberlo ayudado a conseguir cierto trabajo remunerado que le habría
permitido ganar dinero para comer. Según Georgette: el señor Larrea está mal
informado, casi no hay informe de él que no contenga alguna inexactitud leve o grave. Otros dijeron: la muerte de Vallejo es un paradigma, una página heroica, una
epopeya como la más grande de los fastos universales, murió por consunción y
agotamiento, en batalla contra el mal y la muerte, en defensa de la dignidad, el bien y
la nobleza. Vallejo murió de España.
Hace veinte años, el alemán Hans Magnus Erzensberger dictaminó: «Las
enfermedades de que sufrió Vallejo eran desconocidas en la medicina. Una se llamó
España, y la otra, una enfermedad muy vieja y muy venerable: el Hambre». Antes y ahora,
la mayoría coincide en asegurar que Vallejo murió de hambre. Hay mucho de verdad en
ello, estaba crónicamente desnutrido. A más tardar desde 1923 la pobreza lo había
obligado a acostumbrarse a comer muy poco: «En París tendremos que vivir de
piedrecitas», dijo a un amigo. En octubre de 1923, desde la Sala Boyer del Hospital de la
Charité, le escribe a otro amigo: acabo de ser operado de una hemorragia intestinal. Después de esa operación, alimentarse le fue difícil no sólo por falta de
dinero. Privado de buena parte de su estómago, ya no pudo comer y beber —carne y
vino, es un decir— sin sufrir las consecuencias.
Lo que el resto de su estómago toleraba era probablemente la dieta ovo-lacto-farinácea. Pero nunca se supo que bebiese leche, era más cara que el vino. También los
huevos. Se alimentaba de patatas, de papas —originarias del Perú, como él—, según
está indesmentiblemente documentado por Arturo Serrano Plaja. Recordando la
llegada a París (1935) de la delegación española al I Congreso Internacional de
Escritores Antifascistas —grupo procedente de Madrid, al que se sumaron Neruda y
González Tuñón—, Serrano Plaja escribe: «Para prolongar la estancia en París cuanto
fuese posible, con el no mucho dinero que teníamos (la mayor parte lo ponía Neruda),
decidimos hacer un plan de austeridad o algo por el estilo. Y como en París encontramos a
Vallejo (alimentado de casi exclusivamente patatas cocidas mañana y noche, como
cuando le conocí en España) el plan parecía sobrevenir del modo más natural.»
Algo menos de tres años después moría César Vallejo, de un modo que
evidentemente no parecía natural. ¿De qué mueren los poetas? La ventaja es que mueren
para seguir viviendo, como Vallejo. La señora Oyarzún —esposa del chileno Cuto Oyarzún,
que en la víspera de su muerte pasó toda la noche velando junto a su cabecera—
cuenta que, a las cinco de la mañana del 15 de abril, César Vallejo llamó a su madre y
poco antes de expirar, ya en presencia de su esposa y varios amigos, pronunció estas
palabras: «España. Me voy a España.» Vallejo murió poco después de haber escrito su testamento: el poema
dedicado a exaltar la lucha del pueblo español en el trance de la guerra civil,
que tituló como una oración al vislumbrar su martirio y final inmolación. «Murió —escribió Juan Larrea, esta vez con exactitud— sin aspaviento
alguno, dignamente, con la misma dignidad con que había vivido». El músico peruano
Gonzalo More, que estaba en el grupo de amigos del poeta junto a su lecho de muerte, escribió: La
expresión de su rostro muerto era verdaderamente maravillosa. No
te imaginas qué belleza interior y qué luz sobrehumana en la frente del cholo. Su gesto de dolor desapareció para dar
vida a una expresión de serenidad y bondad infinitas.
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Pero ¿De qué murió? ¿Quizá envenenado?. Me lo pregunté porque, hace poco
tiempo, la extraña enfermedad de César Vallejo despertó también el interés y la
imaginación de Roberto Bolaño. En su novela Monsieur Pain (Anagrama, 1999) el
escritor fabuló sobre la muerte del poeta peruano en un ambiente en el que aparecen formas
marginales de la ciencia y supuestas conspiraciones fascistas para asesinarle. Bolaño explicó que tuvo noticia de Pierre Pain por las memorias de
Georgette Philipart, viuda de Vallejo, quien contaría en ellas que pidió los servicios de Monsieur
Pain, curandero que trataba enfermos aplicando fenómenos mesméricos (doctrina del magnetismo
animal del médico alemán Mesmer), para que curase de un nefasto ataque de hipo que
hacía sufrir mucho a su moribundo esposo. Bolaño me contagió su interés. Considerando aspectos anamnésticos y otros, en cuanto médico —y en cuanto
aficionado a investigar misterios literarios— me atrevo a sostener un diagnóstico que
hasta ahora nadie ha emitido: César Vallejo falleció a consecuencias de
una intoxicación crónica por solanina, agudizada en sus últimas cuatro semanas de vida.
El Dr. Lemière habría debido considerar esa posibilidad. Que se sepa, no lo
hizo, no obstante una publicación científica de su país, fechada veinte años antes
—publicación que todavía hoy se cita—, había tratado detalladamente la causa de muerte de unos soldados
franceses que saciaron sus muchas hambres —de semanas, que no de años— con patatas
enverdecidas y con brotes. Consumidas, además, sin pelar y mal cocidas; es decir, muy
tóxicas por su alto contenido de solanina. Los brotes de la patata enverdecida
(porque conservada en ambiente húmedo y expuesta a la luz) son muy venenosos. En tal condición, una sola
patata puede contener una dosis peligrosa de solanina. Hay suficiente información en Internet acerca de este veneno, cuya
ingestión no mata hoy a muchos adultos porque las variedades comerciales de patata están
controladas. Sí a niños, por lo que sigue mereciendo especial mención en
el capítulo de las intoxicaciones alimentarias. Simula una infección —que el laboratorio no aclara— con fiebre, progresivo
mal estado general, síntomas gastrointestinales, neurológicos y psiquiátricos,
etcétera. Causa la muerte —no siempre, afortunadamente— sin que se sepa por qué: no
es habitual pensar en la papa como causante.
Pocos acumularon nunca tantos factores para devenir víctima de una
intoxicación letal con solanina como César Vallejo, «Alimentado de casi exclusivamente
patatas cocidas mañana y noche». Seguramente estaba acostumbrado a soportar bien el
veneno, pero la acumulación de éste en su organismo debió —en el transcurso de muchos años— haber
llegado a niveles críticos. No pocas veces se sintió al borde de la muerte. Al sentirse muy
enfermo, siguió alimentándose de lo que a él y su mujer les parecía que era lo único que
podía tolerar. Los jugos gástricos se encargan de neutralizar parcialmente la toxina. A
él, le habían extirpado parte del estómago; y seguramente neutralizaba los que producía
con bicarbonato de sodio. Además, en su pobreza, las patatas que compraba en 1938 en París
eran seguramente las más baratas que podía conseguir. Enverdecidas.Y éstas había que aprovecharlas al máximo, pelarlas poco o nada; cocerlas,
bien cocidas, significaba un gasto adicional.
(*) Revista de la Fundación Pablo Neruda
El número 6 de "Nerudiana" en PDF (Publicación donde aparece este artículo)
..buena reseña sobre inmortales personajes... en especial Vallejo.. felicitaciones!!. un saludo.
ResponderEliminararticulo sin interez, lleno de fantacias y falcedades de un individuo que dice ser medico (sic). Decia por alli otro que Vallejo habia muerto de sifilis, otro de TBC, otro de paludismo este a encontrado la solanina; no va faltar otro que diga sida. "Cesar Vallejo ha muerto. Le pegaban todos sin que el les haga nada,le daban duro con un palo y duro........." y como ven le siguen pegando estos cretinos como ayer.
ResponderEliminarNo te molestes Caliston52. Es interesante la hipótesis de la solanina.
ResponderEliminarNo te molestes Caliston52. Es interesante la hipótesis de la solanina.
ResponderEliminarNi de sifilis ni de España; la solanina mató al vate.
ResponderEliminarNi de sifilis ni de España; la solanina mató al vate.
ResponderEliminarPendejos como se atreven, el murió de paludismo. Además si dice de solanina entonces Georgette también hubiera muerto y era más joven y debil
ResponderEliminarMurió de indiferencia, como morimos todos los peruanos sin importarle al mundo.
ResponderEliminarholi
ResponderEliminarque pena es la primera vez que leo la vida de cesar vallejo y me da mucha pena la vida de pobreza que paso siendo un gran personaje de que ha servido si el nunca lo disfruto.
ResponderEliminarHoy en día mucha gente vive de su nombre. En el Perú es común que los personajes más importantes no son valorados en su momento, recién cuando mueren son tenidos en cuenta.
ResponderEliminarVallejo murió de remordimiento por haber abortado tantos niños.
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