sábado, 17 de agosto de 2024

Boris Espezúa Salmón: «AJAYU DEL FUEGO Y LOS ABISMOS»






FRENTE A LA MUERTE

Tengo miedo de no poder decir la última 
palabra y que me trabe al pronunciarla.
Miedo al puñado de hojas de coca que
dejarán en mi boca al morir y que la 
eternidad hable por mí al infinito, con mi
lengua muerta.


CADÁVER UNIVERSAL

Sólo un muerto puede concentrar toda su
vida en la sombra.
Porque el muerto es la verdad de toda mentira
y es capaz de toda la soledad del mundo,
y de asomarse a la divinidad y al polvo.
Con el muerto la tierra encuentra su respiración.


CENIZA

La ceniza es la consumación temblorosa de lo 
vivido. Es la síntesis final de toda la existencia, sin
espacio, sin peso, ni tiempo.
Es la levedad pura cerca al olvido, que se esparce
en el aire y se abona en la tierra.


DIABLURA

Es en verdad difícil vender el alma al diablo.
Tampoco es fácil ser su abogado, ni su 
representante en la tierra.
Porque está en nuestro ser. Porque el diablo
         conversa con Dios dentro de nosotros.


DESENTIERRO

El Sol enterró al final de la calle
el fulgor de sueños que se
disiparon de mis cenizas.
Busco en mis huesos un olor de
madrugada, donde los muertos
               jamás dejaron de hablar de mí.


DÍA DE LOS MUERTOS

Las ánimas benditas vienen al medio día en punto.
A la hora en que se voltea el día, porque de la oscuridad
vienen los espíritus sin tiempo a compartir la mesa,
entre rezos y oraciones. Todos nos consolamos con los
visitadores y oferentes y el día se despide una vez más
de la muerte.


COCINA AYMARA

No hay que comer ocas en la noche,
porque nos comemos el alma de nuestros padres.
Tampoco hay que comprar ni vender sal de noche
porque te empobrecerás.
Y para no odiarnos no debemos compartir
el ají con la mano izquierda,
ni sacar ceniza del fogón 
para asegurar una buena comida.


¿ALGUIEN TOMARÁ LICOR DE MI VASO?

Por los genes soy alcohólico y también porque
no tengo otra razón para aceptarme vivo.
Sé que el sol ni la muerte pueden mirarse de cerca.
Yo todos los días los acerco a los dos en mi atmósfera.
Los veo a cada instante.
En el espejo esta el verdadero respiro de mis ojos,
en esta boca impura sólo hay coágulos y enigmas que
ahogan el desaliento.
De los abismos que se derrumbaron en mí, la muerte
de mi madre y de mi querida Rita me devastaron.
No me guardaron en el abismo de sus manos para
acordarse de mí.
Comí tierra con lombrices azules para tener el color
mismo de la piel de la tierra.
Corrí tras el río para borrar mi pena en toda la
extensión de la pampa, pero no quería dejar de correr
un día contra mí mismo, ni con las estrellas caídas
en mi suelo.
Al latido de los puquiales, el hechizo de la orfandad me
fue calmando,
al arribo de la tormenta, mi corazón achacoso se volvió
batalla incesante.
Bebí la lentitud de las distancias entre la melancolía y
la desolación raspados en alcohol. 
Ahora, con frecuencia veo esas imágenes tras el vaso
de mis propias lágrimas.
Acerco mis alas al cielo desde la cruz de dos caminos
que le hablan a mis ojos perdidos.

Mi voz licoreada sin hampas, ni bellaquerías, canta aún
disparatando la mañana, destemplando la cotidianeidad.
Me meto con mi dolor en los rincones del alba que llora
por verme con vida y no hacer morir la eternidad en el 
agua, que sale de las sombras y apertura el nacimiento
de mi adiós. ¿Dónde está esa sombra que rasguñaba 
al viento?
Hay una sangre que renace y se cicatriza en el pecho 
de un gusano ebrio.
Allí no sobra la eternidad, lo que sobra es la agonía
que pone los ojos en el muro de la resistencia.
Hay que darle un perdón a este dolor antiguo, que
nadie puede dármelo.
Hay que trazar un círculo en el cuerpo y escarbar el 
eje de la nostalgia.

Se apagan entre mis brazos los faros de los itinerarios
recorridos, con un pañuelo que llevo para enterrar
mi último adiós.
En mis rezos pido ver a la muerte aligerada con ala
de lluvia, con humo de octubre. Un amor que cicatrice 
mi sangre, un relámpago que rompa mis lágrimas y
ponga mi rostro en un espejo de agua para que nadie
me vea.
Mi sueño no me pertenece, sólo puedo amarrar mis
pocos días con mis pasos que se pierden con los ecos 
de la lejanía.

En ese licor extraviado mis palabras intentan escapar
en círculos, el azar está en la mitad de mis ojos,
donde el licor se queda en la tercera parte de mi pena.
No espero nada después de mí que calce con mi
abandono, con este dolor inocuo.
Sólo espero recuperar debajo del corazón
las flores de mi dignidad donde se doble otra vida
que no tuve. Mi tiempo se deshiela.

A pocos recibo el calor de los tulipanes, enamoro
a las nueve olas de la esperanza que me dicen adiós tras
el tufo de las mañanas,
aguardo el próximo rayo que caerá sobre esta cueva 
de los siete durmientes, donde bebo aguardiente y
arrojo de madrugada un silencio que hace temblar 
mi desamparo.
No me merezco todo lo que hay dentro de mí.
Sólo me merezco una luna irredimible, un vuelco
de suerte y un epitafio sin cruz.
Me voy yendo dentro de mí. No tengo ningún signo y
mañana no habrá otro día. Lo sabemos todos.

Sé que seré borrado por un agujero del tiempo,
por un rubor de cirrosis, por la mitad de mi 
sorpresa final y por precipicios donde caiga mi mirada.
Mientras una araña borracha lleva la cruz de mi suerte 
en la espalda.
Aunque alcoholizado todavía oigo un murmullo sobre el
hombro de un escarabajo.
Veo las sombras con sus bordes de grito y la sangre 
del búho, con sus ojos vidriados, que hipnotiza a la piedra 
en la que me estoy convirtiendo.



JINETE DE TRES EDADES

El pasado me alcanza con su caballo.
Aparece con su poncho negro y su sombrero
         de paja cortando el viento.
En el camino ha visto cómo lloran los helechos
        y cómo la Luna se esconde
        cuando el canto baja de su
        montura.
De noche llega con sus ojos sin fronteras
y trotando con su rienda recoge el infinito.
Sabe que tendrá que cruzar 
        sin detenerse, los derrumbes cíclicos 
        del tiempo.
Mientras tanto uno de los ciclos quedaba vacío.

Sus ojos que nunca se ocultaron ante el Sol,
        disparaban flechas a la adversidad.
Mientras esa adversidad ataba al Sol y
        los vientos en galpones de páramos
        donde bajaba su voz, pero no su canto.
Desmontaba las cabalgaduras de sus canciones 
        cantadas con la oscura sangre,
ante la crecida de la sombra que aprendió a abrazar a 
la lluvia para no desampararse.

Abrazó también la calma de las garúas sobre
los campos donde se queda temblorosa la fe.
Para el pasado no hay eternidad estancada de
fuego desnudo que busque la luna llena.
Mientras salimos para afuera regresamos a dentro 
        de nosotros.
No nos damos cuenta que al dormir el humo despierta
        nuestra fuerza interior.
En su largo recorrido ha oído encallada la voz
        del mar en sus costas,
la voz del río encendido dentro de sus venas verdes.
El crepúsculo con su rostro renacido ha galopado
        contra la sed y los obstáculos.

Ahora ha venido a estar conmigo.
El caballo relincha levantando sus patas delanteras
        ha llegado a despertar los pasos,
donde el ayer no se precipitó en los abismos, ni
        cayó en la ladera del olvido.
El caballo aún extraviado nunca dejó su aliento 
        que mordía los miedos.
        Tampoco dejó el agua
        que se escabullía de su mandíbula.
El jinete jamás fue un soplo que irrumpe de la sombra.
Su desventura que ensillaba todos los días 
predijo la luz del retorno desde la
        visión andina circular que
        a galope ilumina sus huellas.

Estuvo permanentemente salvando su alma entre
        los escombros, a pesar
de su mirada que alboreaba el desfallecimiento
        de su hambre.

Jamás dejó de trotar en los intersticios del silencio,
en los montes donde se borran los ponientes, en los
        soles apagados y las lunas
        deambulando.
Jamás se perdió entre distancias y recodos, entre
        meandros y peñascos, entre
        cenizas y atajos.
El pasado en su caballo blanco vino a morar en 
        este panteón del futuro.
Ahora que ha cruzado las dos pachas y pronto
        pasará al Uku Pacha.
Con sus ojos alarifes recogerá el presente sin sus
estribos, con un esplendoroso cielo azul que hará morir
        las noches más negras.



Estos poemas fueron extraídos del libro Ajayu del fuego y los abismos, editado por Pakarina, en Lima, en mayo del 2023.


BORIS ESPEZÚA SALMÓN
(Puno - Perú)

Escritor y abogado. Es docente principal en la UNA-Puno. Premio Copé en poesía 2009; ha publicado los poemarios A través del ojo de un hueso (1988), Tránsito de amautas y otros poemas (1990), Alba del pez herido (1998), Tiempo de cernícalo (2002), Gamaliel y el oráculo del agua (2010) y Máscaras en el aire: Candelaria, fe y fuego (2015). Además de libros de Derecho, así como el ensayo Nudos y voces de la república (2021). Pertenece al grupo Pluralidades de estudios de debate intercultural, es miembro de la Sociedad Peruana de Derecho Constitucional y forma parte del Consejo de Investigación de IDECA.

Imagen: AI

viernes, 2 de agosto de 2024

Juan Zamudio: «CONTINUIDAD DE LOS ALFILES»




Cerco eléctrico

Par de imágenes no dejan espacio
a la contemplación del aire

Hombre y mujer 
sentados en la misma banca
frente al mar
Trozo de silencio 
los separa del asfalto

Un niño al incendiar su casa
la ve de lejos y comienza a masturbarse
Imagen irreconocible como los gestos obscenos
que en la oscuridad y a solas se repiten
y no ocasionan vergüenza
sólo un ligero y genérico temblor
Proyecto de un atentado 

Les tenderé inadvertida celada

«Boca quiera a la intemperie de la bruma» 


Avenida

Estoy desnudo 
Una pelota es lanzada
violentamente
hacia esta esquina
Nadie vendrá a recogerla
Lo de la pelota lo inventé
pero que nadie vendrá
es cierto

Estoy desnudo 
con un cartel colgado al cuello
que dice
«Estoy desnudo» 


Espacio en blanco

Dios en forma de un hueso rojo
me habla desde allá
donde el otro que no seré
eleva su cometa en la inmovilidad
de la infancia
Me habla desde allá
donde el otro que no seré
lanza una esfera líquida
hacia atrás
sobre el abecedario
lo más lejos posible de su piel

Lanza una esfera rupestre
también hacia atrás
pero ésta demora en dejar caer
su sombra 
y va a saludar a papá
blandiendo una espada de aire
y clavándosela en el corazón
a Dios en forma de un hueso rojo
lo lanzo y vuelvo a encontrarlo
desde hace mucho

Intento lanzarlo 
una y otra vez
por encima de esta duna

Es imposible

Quizá su polvo y el mío
sean materia de un mismo principio

Ahora entiendo lo que decía Dios
en forma de un hueso rojo

«Al recuerdo y a la duna
el viento demora en deshacerlos»


Estos poemas fueron extraído del libro Continuidad de los alfiles, del poeta arequipeño Juan Zamudio. El poemario fue editado por Deshuesadero en Arequipa, en octubre del 2023 y fue presentado en Puno el 02 de agosto de 2024.






JUAN ZAMUDIO

Nació en Arequipa en 1980. Obtuvo el primer premio en los Juegos Florales (2005), en la categoría de ensayo, convocados por la universidad estatal de su ciudad natal. Realizó periodismo cultural en fanzines, revistas de divulgación literaria, en la Revista Virtual de Política y Cultura Espergesia (2004- 2006) y en el semanario El Búho. Fue incluido en la antología Poesía S. XXI, editada por la Fundación Yacana (2007). En la actualidad, es integrante de la Asociación Cultural Accionarte y responsable del sello editorial Deshuesadero.

Fotografía: Tomás Malík

jueves, 1 de agosto de 2024

«CALZAR LA SOMBRA»: Joan Villanueva





                            nuevo mundo


¿de dónde vengo?           de dónde siempre habré venido

apenas desperté        aplastada bajo el peso de los yuyos
                                                                                     me pregunté

¿quién se oculta?           ¿quién me espía
                                         aquídentro             muy dentro de mí?
detrás del reflejo de la ventana
                                            un océano de luces indecisas
                                                                                            una isla
                                                                        y en ella
                                               una mancha        que nada significa

                                                                    (nada quiere significar)

                                            en cada esquina alguien      me espera
                                                                                (y no precisamente
                                                                                        para matarme
                                                                                sino para regatear

                                                    en cada cara nueva     un lunar
                                                                     sin un mensaje oculto

pero     quién es este lastre    este vestigio
¿de quién son             estas huellas en la arena?
¿quién me toca                               desde dentro
¿quién bajo esta concha                      habita?
un cuchillo bastará para sacarte

                                                       óyeme,
                                       si no quieres que te dañe
                                                     contesta:

                                    ¿quién está escribiendo esto?



iluminación profunda


                pretender perderte puedes en el pueblo este como en
                                                                                            ti te pierdes
  perderte entre tus aullidos propios, entre tus manos cerradas
         escuchar puedes voces donde que no hay nadie se supone
              de tus párpados detrás,            bajo la piel de tu espalda
                                      / ráscate / búscate / tócate / introdúcete /
                                                como en las esquinas de esta ciudad
                                                              hay mensajes en tus orificios
                                                            no puedes esconderte de ellos
                                                                     y no los espanta la vigilia
                                                           no hay párpados que te acojan
                                                                           ni manta que te cubra
                                     o que esconda los ríos de tus entrepliegues
           tus altiplanicies / de tus plantas animales y seres hostiles

                                                                  los gemidos de ti chorrean 
                                                 una imagen con su lixiviado forman
                                                      la técnica almacena los mensajes
                                               de quienes murieron en ti hace tanto
                                   son hoy restos       tubérculos deshidratados
                              mensajes perdidos en algún servidor fantasma
                                    mensajes que llegan a un teléfono sin señal
                                           solo para dar las últimas instrucciones:
                                    en la profundidad
                                del embovedado del río
                                            no hay tal

ahógate                                       ahógate                                 ahógate



hablación

"El arte es una fuga dijo el rabino de Praga
hay que inventar lo que somos                           
cuando el otoño imanta                               
la palabra nunca"                                                      
                                         
María Negroni


¿por qué escucho tantas voces y no, más bien, silencio?
¿por qué
tanto galope                 tanto relinche
bajo las sábanas          tanto berrinche
                                        por hacer que las camas se 
                                        hagan     planas
                                        como lo son allá arriba satélite
                                        ballivián la ceja

¿por qué tanta emancipación de la memoria?
tanto arrojo de las voces ajenas    tanta enfermedad del deseo
tanto desperdigar los brazos las piernas la cabeza los órganos
las hostias los muebles las habitaciones las construcciones el
estuco los hormigones armados los sullus y todos esos rostros
a medio armar olvidados hace tanto                      ha

¿por qué tanta entrega
                                           tanta miradadereojo
                                                       tanto recelo de la escritora
de las palabras que secuestra
                                   a las otras voces de aquel contaminado río
                                                            las que están por cantar?

¿por qué tanto mareo?
                                            tanto aquí           tanto allá
                                                                               de las tripulantes?

¿por qué tantas palabras sueltasque se miran las
unas a las otras 
                                                y deciden en esa mirada     emerger
                                                desde el pura pura hasta la garita
                                                rozarse              una contra la otra
                                                aparición contra aparición
                                                pampa contra pampa
                                                con tanto gozo       entre ellas
                                                                        las infértiles

                                                y yo aquí escribiendo?

                                                preferiría no secretear 
                                                sino también estarme
                                                escuchar 1.687.425 historias
                                                en un mirador
                                                o alguna apacheta
                                                porque leer también es comer
                                                mandarinas

                                    pero
                                                donde no hay más que niebla
                                                en esa mitología del smog
                                                —el acantilado sin nombre
                                                no vale la pena preguntar   ni decir
                                                qué es el poema
                                                porque el poema es mariño leyendo
                                                todos los libros de saenz
                                                en una búsqueda a tientas        táctil
                                                del agujero que se tragará el mundo
                                                
                                                el poema es una sirena
                                                                            de río       abovedado
                                                                                              que chilla:

                                                miren hasta dónde he vuelto
                                                hasta dónde he llegado
                
                                                mírenme   un poco más 
                                                                    y   córtenme ya la lengua

                              para que pueda por fin
                                                calzar       la sombra



Estos poemas fueron extraídos del poemario Calzar la sombra, editado por la editorial 3600 de La Paz. Este libro fue acreedor del primer lugar del premio Franz Tamayo en Bolivia, el año 2023.


Joan Villanueva es poeta. Nació en San Petersburgo (Rusia), es una boliviana por padres que radica en la ciudad de La Paz. Entre sus publicaciones figuran La trama artificial (2023), Plaquettes: Para envenenar a Scorpio (2017) y Sin motivo (2018). Su producción literaria forma parte de las antologías: Marifranci (2022), Rajadura (2021), Sudaka (2019) y Escándalo en tu banca (2018). Es autora de Calzar la sombra, poemario ganador del L Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo (2023).


Fotografía: Raphael Brasileiro