V
Con ojos que no miran ya en la oscuridad uno avanza a campo traviesa
en pos de la piedra imán.
En lo profundo de un hueco excavado por las lluvias reposa la piedra
imán.
A dos pasos de un árbol descuajado por el rayo se abre la fisura en
que se oculta la piedra imán.
A la vera de una tapia que sirvió de parapeto a los coraceros de
Melgarejo en la batalla de Letanías discurre una vertiente de cristalinas aguas
que solo encubren la oscura forma de la piedra imán.
Existe en el derrotero un punto impreciso que seguramente
corresponde al misterioso túnel que por causas ignoradas fue abandonado en las
antiguas obras ferroviarias y que según se afirma desemboca en la tan mentada
cámara de mampostería en cuyas grietas precisamente mis enemigos podrían haber
escondido la piedra imán.
Mucho me temo que los albaceas de la que en vida fue Albertina
Tontini más conocida como Tontini Albertini de repente se me adelanten y por lo
mismo que son tan hurguetes se les ocurra hurgar el ataúd que por puro cantor
he dejado para el último y en que por idéntica razón actualmente reposo y si
esto no es así no me extrañaría en lo más mínimo que por puro imbéciles y sin
tener nada que ver con el mono se apoderen de mi cuerpo creyendo que se trata
de la piedra imán.
Me han dicho que en la casa del nuevo diácono de San Andrés de
Machaca hay una lata de sardinas debajo del catre de campaña y que en dicha
lata precisamente se encuentra la llave de la famosa petaca en que el maldito
Meneses habría ocultado la piedra imán.
El que fuma y adivina y el que zapatea y el que impreca y el que
depreca y el que se aprovecha de los incautos y el que hace crujir a los cautos
haciendo crujir sus dientes ha consultado la baraja y me ha dicho que me de una
vuelta magnífica por el Montículo munido de una manzana de Adán a ver si no me
salía al paso el Sapo que Pía que me conduciría a la mata de margaritas en cuya
espesura quizá me esperaría la piedra imán.
El tal Perico Sillerico que no es sino un pobre de espíritu que se
cree epígono de Milarepa y que se gasta una frente del tamaño de tu culo y un
cacumen que brillas por su ausencia y que se las da de acólito de Quién Sabemos
ha venido a tomar el té y so capa de alentarme y traerme noticias ha agarrado y
se ha puesto a beber con asqueroso desenfreno para escarnio de mi pena y luego
de reírse en mi propia cara se ha embolsillado mi diccionario de bolsillo y
como si eso no fuera poco quién te dice que de repente no me dice que buscando
en mis bolsillos a lo mejor no me toparía con la piedra imán.
He subido al calvario en busca de la palabra sabia de prepotentes
brujos hechiceros que moran en tenebrosas concavidades y que se pasan la vida
repantigados en gigantescos pedrones y que se alimentan de ásperas ortigas y de
sutiles lagartijas y me han dicho que vaya a la tienda de una tal Ninfa Marina
Cabrona a quien las malas lenguas precisamente llaman Ninfa Carmona Marín y que
compre un huevo cualquiera dando ya por descontado que en el interior del
referido huevo encontraría la piedra imán.
En reciente visita de cortesía a la Sociedad de Administradores del
Bien y del Mal el notable literato ecléctico Juan Joseph Cortés ha tenido a
bien disertar sobre los misterios de la piedra imán desde el punto de vista de
la paciencia y con tono dogmático ha citado una sentencia que dice:
«Perdida la paciencia, perdida la piedra imán».
Mas yo cité una sentencia que dice:
«Perdida la impaciencia, perdida la piedra imán».
Y luego cité una variante que dice:
«Con impaciencia se gana la piedra imán».
Pero niñerías aparte, yo sostengo que por paradoja la paciencia se
paga caro, al igual que la impaciencia
y sostengo asimismo que todo tiene su precio menos la piedra imán.
Por lo demás tengo mis razones para afirmar que la posesión de la
piedra imán no depende absolutamente para nada de la paciencia ni de la
impaciencia,
sino que la piedra imán es una cosa totalmente aparte
—y guay de los descreídos, digo yo para mi coleto.
Jaime Sáenz, «La piedra imán», (Editorial Huayna Potosí – La Paz, 1989)
Foto: Jaime Sáenz Guzmán "El Castellano" con Alfonso Barrero Villanueva "El Alquimista". La obra teatral se llama «Sábado de tentación».