miércoles, 17 de febrero de 2021

BORIS ESPEZÚA: «El origen de la danza»





«La sangre es espíritu»
Friedrich Nietzsche


El espíritu es fuego. Alrededor del fuego se danzó por primera vez en un día lunar con los ojos sorprendidos de luz sobre las piedras, con el chasquido de los astros y las estrellas que iluminaron los fósiles del sonido. 

Las mariposas de la danza, tienen la memoria de los sueños, ellas invirtieron los sistemas de la naturaleza, para leer los ideogramas de las sombras y los saltos de los tigres negros.
Cuando esas sombras se atropellan en la vía láctea, también lo hacen las estrellas en otras constelaciones en un pedazo de tiempo que dura la luz de una danza.

Así el hombre encarnó el movimiento, como un estallido fulgurante de cosmos milagroso. Entonces la tierra danzó y nosotros que somos tierra, aire y fuego, que salimos del humus movimos el cuerpo al compás del universo, de la brisa convexa, del fuego adverso y del amor intenso. 
Dando vueltas a la sangre exaltada, ebria de pasión hasta desamornizar la razón y perder su peso en el aire con su calentura de saltos y la sal vibrante del barro, en ritos de coca a la fertilidad sagrada se la elevó.
El movimiento es sensación, la pulsión de vida es danzar, con lo que se une las modulaciones del cuerpo y las contorsiones de la mente.

Alrededor del espíritu se aquietaron las entretejeduras de los enigmas, lo sagrado fue el agua labrada para el inicio del movimiento. Truéquese luego en goce lunario, en goce oracular. Aquel ánimo se manifestó en todos y arrancó su chispa en algún tambor maravilloso que nos impulsó a danzar. ¿Ese fulgor convertido en sopor chorreando brillo, descifra el desconsuelo de nuestras sombras? ¿Dónde estuvo desterrada la espina de fuego, dejando su quemadura encostrada? (1)

Todas las respuestas las supo el danzante milenario que encarnó en la danza ser lakato, el gusano volador y salvador. En la danza el lakato pierde el ala de mariposa al filo del aire y su infancia precoz en la tierra encendida, también el cielo de su lengua y el ayer que no le pertenece.

El aire es posterior a su pensamiento, es anterior a su remordimiento. Quien danza es un lakato maduro que enloquece su lengua, con sus requiebres fónicos con su carácter plurívoco. Antes de ocultar su certidumbre, los pormenores del interior de la brisa que respira, la danza extiende su ajayu rebelde de ese condenado a iluminar hasta el delirio su orfandad pública, su hermandad, lealtad y felicidad. 
Y tiene que llorar tras esa apariencia horrísona y de misterio, llorar sin dejar de agradecer la alegría a nombre de todos que al danzar alejan la grandeza de las elevadas lluvias. 

El espíritu es fuego. Su emerger comienza en el vientre materno en una reminiscencia de aguas fetales que viene de hace tres millones de años y que se guarda en la matriz de la vida.
El espíritu de la danza está en la sangre tierna del infante que tiene en sus dos ojos a Dios con su gracia diminuta. 
Yo tengo en mis huesos dos tuétanos que tienen el agua iracunda donde rueda una luz con sus ojos cortados.
La danza fue el primer desborde emotivo. Iras, temores, resoplan y gorjean para ser luego un conjuro mágico que involucra la mímesis de uno y lo eleva al cielo con todas sus fuerzas misteriosas. (2)
Una llamarada de vértigo que rompe el dolor en la médula de los huesos, hace de la energía un torbellino surcando su festín, para dar paso al cuerpo con un mar de destellos en el pálpito de su infortunio, y saberse poderoso volátilmente.
Encendemos el paso triple y envolvente con el graznido del molar de la armonía, con su grito desenroscado de un caracol bajo el agua.

El equilibrio de la música es el áurea del cuerpo en movimiento, es el pulso gozoso del aire asumido. El cuerpo tiene su propia memoria, danza silencioso sin escuchar la música que ya está mimetizada con él.

El espíritu es fuego. En el altamar del ADN el inmarchitable embrión del fuego hizo una hoguera para que las olas alumbraran los sentidos y los ojos se inunden de magia.
Las partes del cuerpo al danzar están en escena coreografiando las pieles del espíritu para resistir nuestra sombra. 
Así se elevó la danza, hasta el milagro y el agua se mantuvo vibrante, trayendo la heredad en el lomo de la adrenalina, agarrotando los nervios en sus movimientos. (3)
La llama del danzar se prende cuando la facultad de maravillarse se torna herejía vital.
La máscaras facilita el desahogo. Gruñidos, bramidos, pitidos, saltan de todos los apéndices de los cuerpos.
Esos cuerpos curvan la cintura de los círculos en el aire desdoblando la exactitud del asombro vertebral, enrollando el ojo de agua, hirviendo y conservando en la gravedad su refugio. 
Siente la respiración, azotándose, siente el peso de la levedad elevándose con el retorno de las edades en su equilibrio. 

Contoneándose, retumbándose  .
El espíritu es fuego, es aire y es tierra. Un corazón flota para no caerse cuando se toca con el oído, con los latidos y los ojos que se subieron aguas arriba a desnudar el fuego y treparse a la voz del ángel. 
No tiene espíritu muerto lo que no viene del agua y del fuego. La punta de varias lluvias hace crepitar de frío los huesos que se mimetizan con los movimientos de la danza. 

La danza nace de un soplo, de las estrellas que hacen su galaxia en los ojos. Las palabras cantadas fundan con sus moléculas el aire danzante, son momento risueños, de estallado vacío y embrujo desquitado.
En todo movimiento hay dos fases: Elevación y descenso. Vapor de coca y alcohol. Al final el aire descansa en la lengua y el fuego en la respiración de su altura ondulada. 
Danzar es estar en consonancia con el cosmos, porque el cuerpo se mueve inconfesado y liberado axialmente al son del universo. 

El danzante es una aspa que se ondula, un signo de rotación, con su diapasón de ensueños que termina ensombreciendo a la luz.
El espíritu es fuego. desnudo arabesco frutecido de luz felina. 

(1) Santiago: Medito antes de apreciar la festividad al arribo a la ciudad de plata. La danza es un espectáculo teatral y ritual, un conjunto de seres vivos, movidos por ritmos semejantes a los que rigen las constelaciones estelares a las plantas. 

(2) Santiago: Cuando se danza, el hombre repite la formación de toda su especie, vuelven a nacer después de rehacerse desde el vientre de donde fue expulsado. El danzante es un ser dividido que intenta reconciliar sus partes en la danza, que une su paso, la dualidad, en el repicar de la herrumbre.

(3) Santiago: Hay una pulpa de incandescencia en el danzar, allí se funda y renace la historia, el lenguaje sensual en perpetua ósmosis.



Poema extraído del libro «Máscaras en el aire», del reconocido poeta puneño, Boris Espezúa, el cual está compuesto de poderosas e infinitas escenas, vistas desde muchos ángulos; en las que el lector muchas veces llega sin aliento al último párrafo, pero repleto de aromas y de experiencias sobre los componentes de esta gran fiesta que es la Candelaria. El libro se divide en cuatro secciones: «Entorno», donde se habla sobre el motivo de danzar, sobre la magia que contienen las máscaras y donde ya aparecen figuras tan reconocibles como: El kusillo, el achachi, el ayarachi, la chinadiabla, el karabotas, estos personajes alzan su voz al viento y afirman su paso por este mundo. Luego prosigue con «Festividad», donde el poeta habla sobre las costumbres que se dan en las albas, en las vísperas, las procesiones, los cacharparis. La tercera sección, se denomina: «Danzas autóctonas», donde se resaltan danzas ancestrales, como el awki puli, las tarkadas y pinquilladas y los sikuris, que tanto definen al hombre del ande. Finalmente se presenta la sección: «Danzas de luces», donde reconocemos danzas más modernas como: la morenada, la llamerada, la diablada, la saya, el kajelo y la infaltable pandilla puneña. El libro fue editado por el Gobierno Regional de Puno, el año 2014, y es una edición de lujo, donde también podemos observar fotografías de la fiesta por parte del artista visual, Guido Serruto - Roselló, y las acuarelas del maestro Moshó.





BORIS ESPEZÚA SALMÓN

Nació en Juli en 1960. Poeta y abogado. Es un escritor imprescindible en la promoción del ochenta de la poesía peruana. La calidad de su poesía le hizo merecedor del premio Copé de Oro en Poesía (2009), por su poemario «Gamaliel y el oráculo del agua» (2010). Anteriormente, editó los libros: «A través del ojo de un hueso» (1988), «Tránsito de amautas» (1990), «Alba del pez herido» (1998) y «Tiempo de cernícalo» (2002). En el 2014, presentó «Máscaras del aire. Candelaria fe y fuego», libro poético basado en la Fiesta de la Candelaria de Puno

Fotografía: Adonyi Gábor

viernes, 5 de febrero de 2021

DORIS ENCALADA: «Animal intenso»




041   

Trazo estas líneas de un pobre boceto interminable, plagio desvergonzadamente un gesto sensual, apagas las luces irritables, prendes unas más suaves para crear una atmósfera agradable, pero nuestras emociones roen hasta a los más viejos árboles, nuestras palabras violan hasta a la gravedad cero y caen cometas, asteroides, fragmentos de nuestros universos, arqueología de tu cuerpo salvaje, disección de mi cuerpo vestido, diálogo que se va ahogando hasta flotar muerto en esta habitación y el retumbo de un río crecido que, bajo la lluvia, trata de menguar nuestras más tristes nimiedades. 


047   

Por andar con esta piel enamorada, padecí la lluvia de un cielo poblado de invisibles cabras aladas piloteadas por almas solitarias, desgasté mis zapatos tras un sueño inflamado que pronto reventó como ampolla sobre mi almohada. Me fui quedando aplastada por mi propia piel enamorada, fue tan mayúscula toda mi negligencia que me perdí sin ganas de tejerme una nueva piel humana. Me quedé desabrigada, desnuda, cadavérica, deliciosa, lista para devorar a la muerte.


061  

En el jardín de su placenta dejó crecer sobre fértiles campos de sangre a una enlutada estrella. Habité durante nueve lunas menguantes en lo más profundo del universo de esa hembra preñada, me alimenté en su bar con cocteles de fresa, jugué con nuestro cordón umbilical hasta inmolarme llena de ferocidad hacia la luz. Más tarde di mis primeros pasos, después millones, trillones de pasos más hasta llegar al tiradero de los sentimentales desamparados. Desde entonces puedo decir que comprendo el lenguaje de los cerdos, el de los perros, el de las nubes, el de los mares profundos y el de todas las bestias vulnerables de la Tierra, y que algún día la muerte bella ha de devolverme, al fin, mi propia vida entera. 


062   

Yo bailo con la auténtica fricción de esta piel animal, exquisita y húmeda piel de barro, al son de un cardumen de notas que me atrapan hasta convertirme en río agitado, arrancando estrellas a mi paso. No hay más colmado amor que este, alistarme cada mañana para ser preñada, para ser parida, para justificar la rienda suelta del universo y alzarme al vuelo con toda mi consistencia humana. 


064  

No hay métrica ni medida que se me antoje, he muerto sabia y en piyama sobre mi cama, han asistido a este funeral poético solo las rosas estampadas de mi edredón. Sobre mi cuerpo ha nacido un paisaje de montañas, la luz del sol me ha santificado eludiendo todo proceso y juicio sagrado. He muerto retratada sobre un campo de sábanas abrazada a mi propio corazón. Acompañada por el ballet de una paloma sobre la calamina. Consagrada al dios que no es dios, sino diosa, y a la diosa que no es diosa, sino dios


Versos extraídos del emocionante poemario «Animal intenso», de la arequipeña Doris Encalada. Este libro fue premiado con el primer lugar, el año 2014, por el Semanario «El Búho», en su concurso de poesía. Posteriormente, fue publicado, por la autora, el año 2017, en formato fotográfico a través de Facebook. Hace poco, el 24 de enero de 2021, ella lo subió a la red para su descarga gratuita. 


DORIS ENCALADA ZEGARRA

(Arequipa, 1978)

Artista visual. Es profesora de dibujo y pintura; también es escenógrafa y directora de arte. En 2014 se hizo acreedora del primer lugar en el Concurso de Poesía del semanario «El Búho». 

ANIMAL INTENSO - POEMARIO COMPLETO (DESCARGAR)

Conversación sobre el poemario «Animal intenso», entre Willni Dávalos y la autora.


Fotografía: «Le pavot» by Sarah Moon (1997).

Sarah Moon