martes, 18 de enero de 2022

JORGE VALBUENA: «Gramática de los cielos»






RUMOR PENTAGRAMADO


Genaro espiaba el dolor

Trazó un mapa desde el fondo
hasta la superficie 
y le hizo un puerto a su llanto

Extravió el camino de vuelta
entre las cicatrices
y las señales de tránsito de su destino

Una cartografía inhóspita 
se instaló en sus horas
divisaba los costados de sus vigas
rechinaban las flores en los campanarios

Viajero de su propia tempestad
soltaba los cordeles 
                                    de sus anclas

Extraño aprendiz sin orillas 
escaló el vacío 
musitó cenizas en su nombre
                islotes rotos fueron sus hallazgos.



DIALÉCTICA CON COLIBRÍ


La mujer ecologista
feminista
humanista
socialista
barrista
activista
pacifista
ciclista
budista 
flautista
equilibrista

Que me gusta
me rechaza por ser poeta
dice que ha leído que no hay estabilidad 
en este tipo de sujetos
que se la pasan convirtiendo el lenguaje 
en estatutos de aire
que no podría convivir con alguien que no hace más 
que fabricar emociones
que escuchó un día que según alguien 
que no recuerda
la poesía es una dimensión que nos desconecta 
de los asuntos más importantes de la vida

Que nos distrae y hace que vivamos en otro sitio 
lejano a la realidad
que un tal Platón desterró a un montón 
de los nuestros por andar creyéndose pájaros
que solo es una disculpa para no hacer lo que debemos hacer
que además no ayudamos al medio ambiente
por gastar tantos recursos corrigiendo
suspirando bebiendo y volviendo a beber
que la contaminación del mundo no la salvará un poema
y que mejor debiera organizarme 
buscar la transformación del mundo

Que hay mucho por hacer 
que ni siquiera miro noticieros
que madure 
que cambie
que ya es hora de crecer
que me orille
que viene un carro
que para eso hay señales de tránsito
y yo por supuesto debo cambiar
esto de andar por ahí entre poemas
no es muy saludable que digamos
las deudas crecen en los bancos
y los zapatos se dedican a zarpar

Solo esperaré 
a que crezca el árbol que sembré en su tejado

Seguro una legión de gatos saltará sobre él

Creerán que son pájaros que aúllan 
gatos que afilan su voz ante el silencio
y un día tendrá que salir a regañarlos
por anidar en ese árbol torcido entre la noche
y se dará cuenta que es inútil 
ese fruto que brilla entre las nubes
                                                       pero enciende
la filigrana cautelosa de sus nervios
y el ronroneo del universo en sus asuntos.



LA PIEL DEL TIEMPO


La saliva probó los vendavales 
aprendió a murmurar en cada lengua ignota
decir azul cuando era el turno de la sierpe
roer en arameo             en sefardí
y a callar en bengalí por si asomaba la lumbre

Reunimos el temblor de lo salvado 
dormimos bajo el trino del ñandú
en otras oquedades más arteras 
escribimos el nombre de los ríos
pescamos sus palabras perdidas
                             miríadas de ellas
y brotó la poesía
para que tuvieran un océano

Hemos caminado tantas bocas 
el mundo ya es un mapa cantado
retazos de humo
desde que pintamos 
                                    con heridas.



LA SOLEDAD DEL ECO


Las palabras nunca se marchitan
su naturaleza de cielo disecado
hace que se pierda el dedal
con que las gotas vuelven a la nieve

Humana frontera entre el dolor
                                       del tiempo
la urgente claridad de unos ojos
remotos de vacío de hebras de vacío
geografía de sombras

Así las palabras 
animales intactos que destrozo
               reúno
como habitar retazos 
comisuras de peces que derrito

Vuelvo a la ceniza del agua
bajo el sismo 
los huracanes donde asoma 
el síndrome estival de la corriente
Las palabras son abismo
hielo de aire
hachazos del respiro
agua de viento sometida
vestido del despojo
eternidad fugaz que hiere
                                     y purifica.



EL MUSEO DE LOS AYERES


En la piel del lodo aún late embadurnado
el eco de mi primera costra
el lirio que nació en ella como fruto
de las caídas
su árbol penitente que abría su fronda en los
brazos de mi madre
levantando el alivio con hielo y la sutil
suspicacia de su calor
eran los días del retoño
la tierra estaba tan cerca a las canciones 
que las manos siempre andaban naufragando
entre las dunas del patio
y con las hojas nos mirábamos cara a cara los párpados
y compartíamos los pensamientos con
los pensamientos que nacían hasta 
en la boca de los ladrillos
desparramados oleajes del viento
supe que incluso el rugido del león se sopla
cuando se encuentra uno
de sus dientes a la vera de los pasos
madre me enseñó a soplarlos fuerte como si
estuviera rugiendo desde
la selva de mi ser, un rey con astrolabios de espinas
que alza un temblor de pétalos afilados para siempre
cada día cazábamos tesoros
abríamos anchas praderas de huecos
en las que estirábamos los brazos hasta el centro de la tierra
esqueletos de alforjas
suspiros incendiados
fragmentos de nieve
juguetes sin memoria
armadura de espejismos
jamás una moneda de nada sacamos
madre nunca nos dijo que no
porque en la cena siempre enumerábamos 
cada remolino disecado
y lo instalábamos en el museo de los ayeres
como si nos estuvieran contemplando 
desde algún otro extravío de sus sombras

Cada esquina se fue llenando de reinos
en cada migración de un nuevo pastel cada año

Seguimos rugiendo ante un ejército de velas
                                                       que fue creciendo
hasta quedar un pabilo grande 
en el centro de la mesa
estallaba con pólvora hasta el techo del tiempo

El diente de león ahora estaba lleno de sueños
temblor de pétalos afilados
que quedaron flotando en astillas de chocolate 
hasta que madre doblaba el mantel
y lo guardaba en el cajón
junto a los viejos cuadernos
las ovejas del pesebre
las huellas digitales
las fotografías
viejos remiendos
y nos daba un beso en la frente
que aún conservábamos 
en un jardín de estrellas inhóspito
donde salimos a jugar 
cada vez que buscamos
nuestra colección de cicatrices.



JORGE VALBUENA

(Facatativá, Cundinamarca - Colombia, 1985). Magister en Estudios de la Cultura con mención en Literatura Hispanoamericana (Universidad Andina Simón Bolívar, Quito); Especialista en Creación Narrativa (Universidad Central); y Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana (Universidad Distrital Francisco José de Caldas). Integra el comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía: "La raíz invertida". Recibió el Premio Departamental de Poesía de Cundinamarca (2008), así como el primer puesto en el concurso Bonaventuriano de Poesía (2010). Ganador del Concurso Nacional de Poesía "Palabra de la memoria" (2011) con su poema "Abismos del silencio" y del Concurso Nacional "La poesía, pintura que habla", de la Casa de Poesía Silva (2017), con su poema "Trilogía de Altamira". Premio Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá (2014). Es autor de los poemarios: La danza del caído (2012), Pasajera de agua (2014, El ángel editor) y de Árbol de navío (2016, Cuadernos negros). Es director de talleres de escritura creativa con Idartes, Bogotá. Es profesor de la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá de Funza, Cundinamarca.

Pintura: Vasili Kandiniski: "Hacía arriba" (1929).