RUMOR PENTAGRAMADO
Genaro espiaba el dolor
Trazó un mapa desde el fondo
hasta la superficie
y le hizo un puerto a su llanto
Extravió el camino de vuelta
entre las cicatrices
y las señales de tránsito de su destino
Una cartografía inhóspita
se instaló en sus horas
divisaba los costados de sus vigas
rechinaban las flores en los campanarios
Viajero de su propia tempestad
soltaba los cordeles
de sus anclas
Extraño aprendiz sin orillas
escaló el vacío
musitó cenizas en su nombre
islotes rotos fueron sus hallazgos.
DIALÉCTICA CON COLIBRÍ
La mujer ecologista
feminista
humanista
socialista
barrista
activista
pacifista
ciclista
budista
flautista
equilibrista
Que me gusta
me rechaza por ser poeta
dice que ha leído que no hay estabilidad
en este tipo de sujetos
que se la pasan convirtiendo el lenguaje
en estatutos de aire
que no podría convivir con alguien que no hace más
que fabricar emociones
que escuchó un día que según alguien
que no recuerda
la poesía es una dimensión que nos desconecta
de los asuntos más importantes de la vida
Que nos distrae y hace que vivamos en otro sitio
lejano a la realidad
que un tal Platón desterró a un montón
de los nuestros por andar creyéndose pájaros
que solo es una disculpa para no hacer lo que debemos hacer
que además no ayudamos al medio ambiente
por gastar tantos recursos corrigiendo
suspirando bebiendo y volviendo a beber
que la contaminación del mundo no la salvará un poema
y que mejor debiera organizarme
buscar la transformación del mundo
Que hay mucho por hacer
que ni siquiera miro noticieros
que madure
que cambie
que ya es hora de crecer
que me orille
que viene un carro
que para eso hay señales de tránsito
y yo por supuesto debo cambiar
esto de andar por ahí entre poemas
no es muy saludable que digamos
las deudas crecen en los bancos
y los zapatos se dedican a zarpar
Solo esperaré
a que crezca el árbol que sembré en su tejado
Seguro una legión de gatos saltará sobre él
Creerán que son pájaros que aúllan
gatos que afilan su voz ante el silencio
y un día tendrá que salir a regañarlos
por anidar en ese árbol torcido entre la noche
y se dará cuenta que es inútil
ese fruto que brilla entre las nubes
pero enciende
la filigrana cautelosa de sus nervios
y el ronroneo del universo en sus asuntos.
LA PIEL DEL TIEMPO
La saliva probó los vendavales
aprendió a murmurar en cada lengua ignota
decir azul cuando era el turno de la sierpe
roer en arameo en sefardí
y a callar en bengalí por si asomaba la lumbre
Reunimos el temblor de lo salvado
dormimos bajo el trino del ñandú
en otras oquedades más arteras
escribimos el nombre de los ríos
pescamos sus palabras perdidas
miríadas de ellas
y brotó la poesía
para que tuvieran un océano
Hemos caminado tantas bocas
el mundo ya es un mapa cantado
retazos de humo
desde que pintamos
con heridas.
LA SOLEDAD DEL ECO
Las palabras nunca se marchitan
su naturaleza de cielo disecado
hace que se pierda el dedal
con que las gotas vuelven a la nieve
Humana frontera entre el dolor
del tiempo
la urgente claridad de unos ojos
remotos de vacío de hebras de vacío
geografía de sombras
Así las palabras
animales intactos que destrozo
reúno
como habitar retazos
comisuras de peces que derrito
Vuelvo a la ceniza del agua
bajo el sismo
los huracanes donde asoma
el síndrome estival de la corriente
Las palabras son abismo
hielo de aire
hachazos del respiro
agua de viento sometida
vestido del despojo
eternidad fugaz que hiere
y purifica.
EL MUSEO DE LOS AYERES
En la piel del lodo aún late embadurnado
el eco de mi primera costra
el lirio que nació en ella como fruto
de las caídas
su árbol penitente que abría su fronda en los
brazos de mi madre
levantando el alivio con hielo y la sutil
suspicacia de su calor
eran los días del retoño
la tierra estaba tan cerca a las canciones
que las manos siempre andaban naufragando
entre las dunas del patio
y con las hojas nos mirábamos cara a cara los párpados
y compartíamos los pensamientos con
los pensamientos que nacían hasta
en la boca de los ladrillos
desparramados oleajes del viento
supe que incluso el rugido del león se sopla
cuando se encuentra uno
de sus dientes a la vera de los pasos
madre me enseñó a soplarlos fuerte como si
estuviera rugiendo desde
la selva de mi ser, un rey con astrolabios de espinas
que alza un temblor de pétalos afilados para siempre
cada día cazábamos tesoros
abríamos anchas praderas de huecos
en las que estirábamos los brazos hasta el centro de la tierra
esqueletos de alforjas
suspiros incendiados
fragmentos de nieve
juguetes sin memoria
armadura de espejismos
jamás una moneda de nada sacamos
madre nunca nos dijo que no
porque en la cena siempre enumerábamos
cada remolino disecado
y lo instalábamos en el museo de los ayeres
como si nos estuvieran contemplando
desde algún otro extravío de sus sombras
Cada esquina se fue llenando de reinos
en cada migración de un nuevo pastel cada año
Seguimos rugiendo ante un ejército de velas
que fue creciendo
hasta quedar un pabilo grande
en el centro de la mesa
estallaba con pólvora hasta el techo del tiempo
El diente de león ahora estaba lleno de sueños
temblor de pétalos afilados
que quedaron flotando en astillas de chocolate
hasta que madre doblaba el mantel
y lo guardaba en el cajón
junto a los viejos cuadernos
las ovejas del pesebre
las huellas digitales
las fotografías
viejos remiendos
y nos daba un beso en la frente
que aún conservábamos
en un jardín de estrellas inhóspito
donde salimos a jugar
cada vez que buscamos
nuestra colección de cicatrices.
JORGE VALBUENA
(Facatativá, Cundinamarca - Colombia, 1985). Magister en Estudios de la Cultura con mención en Literatura Hispanoamericana (Universidad Andina Simón Bolívar, Quito); Especialista en Creación Narrativa (Universidad Central); y Licenciado en Humanidades y Lengua Castellana (Universidad Distrital Francisco José de Caldas). Integra el comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía: "La raíz invertida". Recibió el Premio Departamental de Poesía de Cundinamarca (2008), así como el primer puesto en el concurso Bonaventuriano de Poesía (2010). Ganador del Concurso Nacional de Poesía "Palabra de la memoria" (2011) con su poema "Abismos del silencio" y del Concurso Nacional "La poesía, pintura que habla", de la Casa de Poesía Silva (2017), con su poema "Trilogía de Altamira". Premio Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá (2014). Es autor de los poemarios: La danza del caído (2012), Pasajera de agua (2014, El ángel editor) y de Árbol de navío (2016, Cuadernos negros). Es director de talleres de escritura creativa con Idartes, Bogotá. Es profesor de la Escuela de Literatura del Centro Cultural Bacatá de Funza, Cundinamarca.
Pintura: Vasili Kandiniski: "Hacía arriba" (1929).