Tengo la inmensa suerte de contar con la amistad de Yemira Maguiña, joven poeta puneña. Somos contemporáneos y esos nos hace partícipes del mismo juego, del mismo baile de carnaval, el mismo reclamo de justicia a los pies de este siglo que empezó en las manos infantiles de nuestro primer poema. La conocí en Puno, en un recital que hicimos conmemorando el premio Copé de Leoncio Luque, diciembre del año pasado. Recuerdo que llevaba puesto un abrigo rojísimo y una sonrisa de oreja a oreja, nos presentó Marianna Espezúa, no pudimos charlar mucho, solo breves comentarios dedicados al cálido frío puneño y a la poesía que brota de las caminatas lluviosas por las callecitas maltrechas del casco antiguo. Tras este primer encuentro compartimos algunas charlas por el chat de Facebook: sugerencias de libros, la posibilidad de la primera feria del libro en Puno, Marianna yéndose a la Argentina, el pesimismo rutinario del trabajo, saltos al interior del Misti a primera hora de la mañana, etc. Nos volvimos a ver nuevamente en Puno a mediados de febrero en un conato de recital poético que contaría con múltiples voces y la oportunidad de que cualquier persona del público pudiera coger el micrófono y expresarse, se iba a celebrar en mitad del parque Pino pero la falta de organización y una lluvia repentina nos obligó a todos a guarecernos en la Casa del Corregidor. Ese día Yemira venía del trabajo, traía un maletín un tanto anacrónico y algunos de sus poemas entre las manos, me quedé con ganas de saber el contenido de ambas cosas. A primera vista lo que más resalta de ella es la alegría deshilachada de sus pasos lentos, la sonrisa amable antes de iniciar una frase o el silencio de sus ojos cuando reobserva el cielo. Sé, sin preguntárselo, que ella también alinea sus pasos en la alterada vida poética, lo percibo. Sé que ella sabe que la poesía es victoria pírrica en los campos de batalla de un arcoiris, comprensión natural de espejismos amorosos, arquitectura hecha de fe en la humanidad, crueldad rabiosa en medio de convencionalismos, abrir los ojos solo ante la verdad social del autoconocimiento. Le pedí hace poco que me envíe un poema, éste es el resultado, una imaginería boyante que me hace volver a pensar en el esoterismo cinético de la luna y en el oleaje transido y solitario que esa misma luna produce en los corazones trasnochados. Forma parte de un poemario que está preparando y que llevará por título «Arco Amoris».
NOCHE
XVIII
Cuarto
menguante
Tú y las
voces del ayer
carentes
de cielo
carentes
de mar
pies sin
suelo a quien amar
Cuarto
menguante
Elevas
besos en el tiempo
bosquejas
semillas de enero
ruedas,
ruedas, ruedas hasta el sueño.Color cuarto menguante, apareces entre las rieles del tren que ha caído alegre al abismo, no te has salvado ni has salvado a nadie, como si tu sino y el mío fueran el abismo oscuro y frío del río, te haces pez menguante y nadas contracorriente, sabiendo que me puedo ahogar.
Pintura: Amy Judd
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