Protagonistas:
Filonilo Catalina: Conde de Huajsapata
Willni Dávalos: Contorsionista de papel
Sinfocaos Cfer: Horizonte musical
Leo Cáceres: Sobreviviente del paye
Domingo 13 de octubre del 2013. Un día
después de celebrarse el 1er Festival de Arte «HatunÑakaj» en la Ciudad del Lago,
unos aventurados poetas se encontraron acicalando la mañana gracias al azar
cervecero y se dirigieron al cerrito Huajsapata. Allí, gracias a Jana Camila (sublime
entre las sublimes), conocieron la maternidad de las flores y el nacimiento de
las nubes. Horas más tarde descendieron hacia el lago, deteniéndose cada vez
que un anciano niño pronunciaba, con lengua imaginaria y explosiva, la palabra
«Algarabía». Las fotos se las debemos a una frondosa arboleda lacustre:
NaturAlezita
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ENTONCES
pienso
en
lo bondadosos que son los postes
cada
vez que permiten
enseñarles
el pene un Domingo
como
a las cuatro de la mañana
o
cualquier
mañana en que
uno
no espera el «mañana»
en
verdad
las
noches ya no alcanzan
o
como
dirían nuestros viejos
«ya nada es como antes»
desde
que amanece
mi
cara en el espejo no me es suficiente
ni
el sol
que
molestoso como un insecto
se
descuelga por el borde mi mis ojos
con
/ los famélicos días que veo pasar / en cuatro patas
por
mi puerta
me
percato / que las pistas siguen siendo las mismas
y
que los postes son
los
mismo abuelitos consentidores
malcriadores
que
alumbranuna a una nuestra noches
y
yo sé
—estoy
seguro—
que mi
canto tiene
el mismo sonido que emite
la carcajada
de
un niño
mi canto que tiene el mar
como principio
Filonilo Catalina, Fragmento de «Arquitectura de pájaros» (Cascahuesos, 2013)
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II
Yo
no quiero volverme evangélico.
Tener treinta y siete, ir al psiquiatra,
dispararme balazos químicos cada ocho
horas,
comprar un kilo de boldo cada domingo.
No quiero conocer gente sonriente que
dice saber por lo que ha pasado,
que finge interés en mi situación,
en mi nombre, en mi trabajo.
Yo no quiero resaltar con colores la
biblia,
no quiero memorizar frases y mucho menos
sus coordenadas.
No quiero tocar timbres para ser
respetado,
me dan bascas pensar en gente perdiendo
su tiempo oyendo mi voz plana,
vacía de énfasis, lineal y fría como un
prolongado sonido de alarma
activado por equivocación.
Yo
no quiero volverme mormón.
Vivir afligido. Pensando en cuando será
la próxima recaída.
En quién extenderá el brazo
brindándome, en el extremo de la mano,
un vaso hasta el tope de licor.
Me inquieto tan solo al suponer que tal
brebaje está en mi boca,
que se ha ido,
que ha caído en carnes rojas y verduzcas.
Y en lo que diría mi madre y lo que
pensaría mi otra madre, mi padre.
Despertar asqueado y de sed.
Y al lado de un vaso de agua, la biblia
celeste, firmada y con dedicatoria
por Rodrigo De la Hoz, mi posible padrino
del grupo de AA.
Tampoco
quiero volverme budista.
Caminar siendo silencio e ignorar al
tiempo y su fantasmal
paso de muerte.
Quiero abrir la boca y comerme la tierra
de un simple y ocioso bocado,
quiero saborearla y empalagarme de ella.
Quiero lo imposible y me entristezco,
es cuando enciendo una luz dentro mí,
descubro a Dios y con él juego.
No quiero seguir idealizando mi
existencia
pero tampoco deseo ser un proto-muerto:
un obediente y sumiso ser hambriento,
por siempre, hambriento aunque calmado.
Molesto aun si calmado.
Impaciente pero calmado.
Sentado continuamente sobre los miembros
inferiores de su cuerpo.
Ah, locura, pienso en mi padrino.
En Rodrigo soltando el control remoto y
hundiéndose
perpetuamente en la narcosis:
Una piedra descomunal que lo persigue y
aplasta.
Él sueña martirios, siente la presencia
de un Ente que le aprieta la tráquea
impidiéndole despertar.
Tropieza con sus manos al intentarlo y su
cabeza se hunde
ásperamente en el suelo de cemento rojizo
y helado.
Mientras que la Entidad continúa
ahorcándolo
con invisibles tentáculos de humo
que el aire cargado de la habitación
permite.
Él oye a la Entidad partir una vez
ejercido el dolor.
Rodrigo despierta transpirando su miedo.
Su finita razón le consuela diciéndole
que solo fue un sueño,
que el Ente aquel que lo estrangulaba fue
labor del subconsciente.
Pese a que en el fondo no cree en la
objetividad de la ciencia mental.
Su fe se contradice con sus principios
racionales.
La maldad ha tomado su cuello y le ha
dejado vivir.
Da gracias a su Dios cuando tiene una
visión:
Dos
borrachos sobre una motocicleta, a siete octavos del domingo,
Llovió
por cuatro horas y los buses no dejaron de circular
en
ningún momento por todo el Cusco vestido de Abril.
Dos
borrachos sobre una motocicleta a veinte metros de la combi
que
los dejará hechos cadáveres.
Vuelve en sí.
¿Qué fue eso?
Fue como un relámpago a pesar de no tener
nada que ver con la Luz.
Las imágenes se vertieron sagazmente en
su mente dejando la impresión
que aquella situación había sucedido, ¿o
estaba por suceder?
Pienso en él apagando el televisor
perezosamente.
Hasta puedo sentirlo cerrando sus ojos
durante las pocas horas
de madrugada que le quedan. Hasta aquí,
por el momento, con Rodrigo.
He decidido dejar la Asociación de
Alcohólicos Anónimos.
Willni Dávalos, de «El Egófago» (Dragostea, 2013)
Soundtrack:
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