lunes, 2 de mayo de 2016

Con mi Huajsa yo me iré a naufragar




Protagonistas:

Filonilo Catalina: Conde de Huajsapata
Willni Dávalos: Contorsionista de papel
Sinfocaos Cfer: Horizonte musical
Leo Cáceres: Sobreviviente del paye
Niño: La realidad
Perro: La cordura


Domingo 13 de octubre del 2013. Un día después de celebrarse el 1er Festival de Arte «HatunÑakaj» en la Ciudad del Lago, unos aventurados poetas se encontraron acicalando la mañana gracias al azar cervecero y se dirigieron al cerrito Huajsapata. Allí, gracias a Jana Camila (sublime entre las sublimes), conocieron la maternidad de las flores y el nacimiento de las nubes. Horas más tarde descendieron hacia el lago, deteniéndose cada vez que un anciano niño pronunciaba, con lengua imaginaria y explosiva, la palabra «Algarabía». Las fotos se las debemos a una frondosa arboleda lacustre: NaturAlezita





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ENTONCES

pienso
en lo bondadosos que son los postes
cada vez que permiten
enseñarles el pene un Domingo
como a las cuatro de la mañana
o
cualquier mañana en que
uno no espera el «mañana»

en verdad
las noches ya no alcanzan
o
como dirían nuestros viejos

                                                     «ya nada es como antes»

desde que amanece
mi cara en el espejo no me es suficiente
ni el sol
que molestoso como un insecto
se descuelga por el borde mi mis ojos

con / los famélicos días que veo pasar / en cuatro patas
por mi puerta
me percato / que las pistas siguen siendo las mismas
y que los postes son
los mismo abuelitos consentidores
malcriadores
que alumbranuna a una nuestra noches

y yo sé
                                       —estoy seguro—
                        que  mi  canto  tiene
                      el mismo sonido que emite la carcajada
                                             de un niño

                    mi canto que tiene el mar como principio



Filonilo Catalina, Fragmento de «Arquitectura de pájaros» (Cascahuesos, 2013)



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II

Yo no quiero volverme evangélico.
Tener treinta y siete, ir al psiquiatra,
dispararme balazos químicos cada ocho horas,
comprar un kilo de boldo cada domingo.
No quiero conocer gente sonriente que dice saber por lo que ha pasado,
que finge interés en mi situación,
en mi nombre, en mi trabajo.
Yo no quiero resaltar con colores la biblia,
no quiero memorizar frases y mucho menos sus coordenadas.
No quiero tocar timbres para ser respetado,
me dan bascas pensar en gente perdiendo su tiempo oyendo mi voz plana,
vacía de énfasis, lineal y fría como un prolongado sonido de alarma
activado por equivocación.

Yo no quiero volverme mormón.
Vivir afligido. Pensando en cuando será la próxima recaída.
En quién extenderá el brazo
brindándome, en el extremo de la mano,
un vaso hasta el tope de licor.
Me inquieto tan solo al suponer que tal brebaje está en mi boca,
que se ha ido,
que ha caído en carnes rojas y verduzcas.
Y en lo que diría mi madre y lo que pensaría mi otra madre, mi padre.
Despertar asqueado y de sed.
Y al lado de un vaso de agua, la biblia celeste, firmada y con dedicatoria
por Rodrigo De la Hoz, mi posible padrino del grupo de AA.

Tampoco quiero volverme budista.
Caminar siendo silencio e ignorar al tiempo y su fantasmal
paso de muerte.
Quiero abrir la boca y comerme la tierra de un simple y ocioso bocado,
quiero saborearla y empalagarme de ella.
Quiero lo imposible y me entristezco,
es cuando enciendo una luz dentro mí, descubro a Dios y con él juego.

No quiero seguir idealizando mi existencia
pero tampoco deseo ser un proto-muerto:
un obediente y sumiso ser hambriento,
por siempre, hambriento aunque calmado.
Molesto aun si calmado.
Impaciente pero calmado.
Sentado continuamente sobre los miembros inferiores de su cuerpo.

Ah, locura, pienso en mi padrino.
En Rodrigo soltando el control remoto y hundiéndose
perpetuamente en la narcosis:

Una piedra descomunal que lo persigue y aplasta.
Él sueña martirios, siente la presencia de un Ente que le aprieta la tráquea
impidiéndole despertar.
Tropieza con sus manos al intentarlo y su cabeza se hunde
ásperamente en el suelo de cemento rojizo y helado.
Mientras que la Entidad continúa ahorcándolo
con invisibles tentáculos de humo
que el aire cargado de la habitación permite.
Él oye a la Entidad partir una vez ejercido el dolor.

Rodrigo despierta transpirando su miedo.
Su finita razón le consuela diciéndole que solo fue un sueño,
que el Ente aquel que lo estrangulaba fue labor del subconsciente.
Pese a que en el fondo no cree en la objetividad de la ciencia mental.
Su fe se contradice con sus principios racionales.
La maldad ha tomado su cuello y le ha dejado vivir.
Da gracias a su Dios cuando tiene una visión:
Dos borrachos sobre una motocicleta, a siete octavos del domingo,
Llovió por cuatro horas y los buses no dejaron de circular
en ningún momento por todo el Cusco vestido de Abril.
Dos borrachos sobre una motocicleta a veinte metros de la combi
que los dejará hechos cadáveres.

Vuelve en sí.
¿Qué fue eso?
Fue como un relámpago a pesar de no tener nada que ver con la Luz.
Las imágenes se vertieron sagazmente en su mente dejando la impresión
que aquella situación había sucedido, ¿o estaba por suceder?

Pienso en él apagando el televisor perezosamente.
Hasta puedo sentirlo cerrando sus ojos durante las pocas horas
de madrugada que le quedan. Hasta aquí, por el momento, con Rodrigo.
He decidido dejar la Asociación de Alcohólicos Anónimos.




Willni Dávalos, de «El Egófago» (Dragostea, 2013)


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Soundtrack:


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