miércoles, 17 de marzo de 2021

Luis Gallegos Arriola: «QORIWAY»

 



«¡Santusa trajo a este mundo un niño ciego!». La noticia corrió como un relámpago por toda la comunidad. Dicen que el Apu Allin Qhapaq cegó al niño con su resplandor —cuando este guerrero del Olimpo andino se vistió de gala para brillar igual que el Sol. Entonces, Santusa, madre del niño, habría mirado de frente al Apu cuando llevaba en sus entrañas a su hijo; y como castigo, el guerrero habría quitado los ojos al hijo de la madre atrevida.

Hay otra versión y es que, un día, Santusa dio a luz a un hijo varón con dos bellísimos ojos verdes. Al otro día, la madre habría llevado al hijo a la montaña majestuosa y los cóndores le arrancaron los ojos por mandato del guerrero Apu Allin Qhapaq.

Con estas sencillas leyendas explican los viejos de la comunidad de Machu-Kancha la ausencia de los ojos del pequeño Jerónimo. Y luego, más allá de la montaña del Atamari, y más acá del Kenamari —entre estas dos altas montañas—, Santusa enloqueció del susto y murió dejando un hijo ciego, sin luz en los ojos, para vivir en la noche eterna. Desde entonces, el pequeño Jerónimo creció entre los comuneros de Machu-Kancha, y comenzó a valerse de un bastón para guiarse por los caminos que se deslizan como cintas por las laderas de los cerros. Y dicen también que a la edad de once años, un comunero lo bajó de la montaña y lo dejó en Qawasani, junto con el ichu, a la vera del camino carretero que va de José Domingo Choquewanka a Macusani y se prolonga hasta San Gabán.

A propósito de esto último, hay que señalar que los hombres de la puna somos como el ichu, que sobrevivimos al reto del invierno, al mordisco de la helada, al garrote de la lluvia y al azote del rayo: «Donde crece el ichu, vive el hombre de la puna».

En el promontorio de Qawasani, dentro del territorio de la hacienda Ollanta, entre los pueblos de Tirapata y Asillo, mendiga un hombre ciego. Lleva un bastón gastado como guía. Su ropa de harapos es la de un quechua en desgracia. Cuando escucha el ruido de un carro que se aproxima, se incorpora, baja de su pedestal de Qawasani, luego avanza unos pasos hacia la carretera, se quita el sombrero —que hace muchos años fue de color marrón—, y estira la mano esquelética para que los viajeros, desde la caseta o los adrales de los camiones, le arrojen una moneda. «¡Qoriway!», «¡Qoriway!», exclama el ciego. Entonces, su cara se asemeja a los monolitos que tallaron en la piedra sus antepasados quechuas. El ciego mendigo se llama Jerónimo Atamari. Hace cuarenta años que es pordiosero, y a la fecha tiene cincuenta años. 

¡Viajero, que vas o vienes de Macusani, detente en Qawasani y arroja unas monedas a Jerónimo Atamari, ciego del camino!


Este cuento pertenece al libro: «Cuentos de Q'oñi K'ucho» de Luis Gallegos Arriola, editado el año 1984.


LUIS GALLEGOS ARRIOLA
(ILAVE, 1919 - PUNO, 2020)


Extraordinario y prolífico narrador, es uno de los más populares y conocidos escritores puneños, debido a sus cuentos cargados de sátira y humor. Sus narraciones reflejan los problemas y vivencias de los diversos pueblos altiplánicos, llevan consigo un excelso aire tragicómico y a la vez una profunda reflexión social.

Trabajó como profesor rural en los Núcleo Escolares Campesinos, estructuras educativas que consolidaron a las comunidades campesinas. Impulsó estudios antropológicos en el Instituto Indigenista Peruano y luego en el Proyecto Puno – Tambopata. Trabajó durante muchos años como periodista en el diario «Los Andes», decano de la prensa regional y ha publicado numerosos libros de cuentos y novelas cortas de corte histórico y erótico y además fue antologado en libros que recogen lo mejor del cuento peruano. Recientemente ha sido incorporado al Colegio de Antropólogos del Perú, por su trabajo narrativo y periodístico en este campo. El 10 de octubre del 2019 alcanzó la edad de 100 años, el secreto para ello es una vida destinada al amor: a su familia, a su obra y a su pueblo.


de Izq a Der: Luis Gallegos, Vane Santos, Jolu Barriga e Iván Dueñas



Foto (1): Eberhard Grossgastegeir

Foto (2): Uriel Montúfar

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