martes, 5 de agosto de 2025

«PUTUTO»: Alberto Cuentas Zavala






OFRENDA

AL PUEBLO DE PUNO:

A mi tierra puneña, rodeada de colinas, frente al lago, la de mis mayores, la que alimentó a la raza, que formó a mis abuelos y a mis padres, y que es la última esperanza que adormece mis ilusiones y mis sueños de poeta.

A ELLOS



PADRE MIO, TITI-KAKA

TODAS las flores del campo se han bañado en tus pupilas, Titikaka.
Con ellas haremos, en la orilla, nidal de pueblos.
                                        Se están bañando, míralas.
Sacuden sus corolas llenas de perlas, Titikaka.
Envidiosas, las estrellas del cielo se han descolgado
                         y han quedado suspendidas con las niñas 
dilatadas, picoteándolas sobre la arena de las playas.
Hasta el Sol ha vertido el abalorio de sus sueños
y, cojiendo una punta de tu manto parece un alfiler 
de plata con su libra esterlina.
                                      Y Tú estás como adormecido, ¡Oh mi Dios Lar!
                                      ¡Padre mío, Titikaka!
Vientre de ayllus, adoratorio, ara donde está Dios.
Mama Okllo y Manco Kapak, tantos ídolos de la Mitología Solar
caminaron sobre las espumas de tu oleaje,
sembrando virtudes, castigando el Mal.
                                       ¡Cuántos dioses surgieron de tus ondas!

El Kati-Kati es tu deidad maléfica, hijo de tu vientre.
Le diste la cabellera de tus espumas y los ojos de tu inmensidad.
Al puma le diste fosforescencia, a la serpiente, tu inmovilidad.
¡Padre mío, Titikaka, padre de tantos seres. Padre Demiurgo!
De tus entrañas brotaron cuántas Dinastías; cuántos pueblos 
nacieron de tu cordón umbilical: Tiawanaku, Cuzco, 
Hatun Kolla, Chucuito, células humanas.

Miles de hombres van hacia ti como a una fontana lustral.
Los ayllus se buscan, entrechocan, te ven y hacen paz.
Eres ala materna, nido de cóndores donde vaga el ensueño
como una neblina sobre un lecho de rosas.
El Sorata, el Illimani, el Tacora, el Misti, el Ausangate, 
el Kancharani, tantísimos titanes, se inclinan ante ti.
Te hacen reverencias,
humean mirra e incienso,
dejan una perla como una espuma,
una nube como un tocado,
una lágrima como un beso,
y un beso como una tempestad.
Ablucionan sus frentes, y serenos y olímpicos, siguen la ruta 
gigantesca a través de las edades…
Titikaka, mesón de tribus, cuna de Inkas, padre mío, Titikaka:
meciste muchas civilizaciones, en ti se conjugó el Sol.
El hombre se hizo verbo, y el verbo, humanidad.

Cubres como un ala la pampa dilatada,
multiplicas como Jesús los peces,
rajas la roca como la quilla del barco de Caronte,
te elevas hasta el cielo como un ala de gaviota,
o te retuerces con el dolor de un parto.
Eres bondad, misericordia infinita.
Das de beber y alimentas al Kollao, tu raza, tus hijos.
Titikaka, agua espumosa, retina azulina donde se columpia Dios.
                                                ¡Dios, Tú mismo!
Fuiste mi cuna. Serás mi tumba y el vaivén en mi agonía.
No me entregues a la Protervia, ni a los gusanos.
Flotaré en tus espumas. Te cantaré una barcarola.
Seré una lentejuela prendida a tu manto azul.

Conversaré con los astros. Seré una luciérnaga para el caminante,
una gota de agua cristalina para el sediento,
una gasa blanca para tu Venus de Bronce.
No me dés a los reptiles, ni a los peces. Seré una luz 
en la cauda procelosa de tus aguas inquietas.
Y, ambos seremos, padre mío, Titikaka, Dios tú mismo,
una voz de alerta, el murmullo de un beso, la tempestad de un trueno.





METEMPSICOSIS

¡Oh, gusanos de la tierra, arrollados como una espiral del tiempo!

                                                                L u m i n o s o s .

Cuando yo muera, os comeréis rosas, beberéis néctar, gota a gota,
deshojaréis auroras, besaréis crepúsculos, todo a sorbos
como destilando aguardiente de los Dioses.
                                                      ¡Oh, gusanos de la tierra!
fraternalmente caminaréis todas mis cavidades:
desde la caverna de los ojos, nidal de paisajes,
el Occipucio, destiladora de pensamientos,
hasta el hueco del centro de gravedad, desperdicio humano.
¡Oh, gusanos! Dejad tan sólo sin transitar la columna vertebral,
para que sea árbol que dé frutos masculinos,
en sus ramajes se columpiará el Sol,
cantarán los pájaros y anidarán las tórtolas.
Cada vértebra será anillo de solidaridad,
todo cóndilo ejemplo de altivez,
y la médula dará en abundancia glóbulos rojos,
glóbulos rojos, signos, yunque, sangre, jeroglíficos de posteridad,
semiente de un mundo nuevo en almas nuevas. ¡Simiente!...
Ahí beberán mis hijos tempestades, darán chispas sus cóndilos,
y en sus huecos anidarán huracanes, crisol de las edades.
¡Gusanos! dejadme tan sólo eso: LA COLUMNA,
símbolo de virilidad,
contra ella amarrarán otros··· sus intestinos.
Por la columna soy libre, lo seré siempre.
Por la columna soy pobre, rebelde en vida.
Por la columna se me canta el poema de la inmortalidad.
                                ¡Por la columna!
¡Oh gusanos! llegaréis, también, al corazón, dadle un mordisco.
He sufrido tanto por la llaga de esa emoción,
que el corazón no sirve.
Y, si os encontráis en algún recoveco a mi alma,
sacadle una suerte con vuestra capa de esmeraldas.
Ella es más fuerte que vosotros, os mataría sin piedad, sin piedad.
Después recorreréis todos los resquicios del cerebro.
No necesitaréis de luz, en cambio, vosotros
seréis, sobre la tierra, lumberas. ¡Lo aseguro!
Así son todos los gusanos: viven de otra luz, triunfan siempre.
Por los vivos, ¡oh, gusanos! seréis antorchas:
en vida aduláis a los tiranos, como noctilucas.
Por los muertos, a los cadáveres; daréis fuegos fatuos.
Sois aduladores eternos, ¡oh, gusanos!
triunfaréis siempre, siempre, siempre.




LA VOZ DE HOY

ANTES era soledad, paz, aburrimiento, lontananza.
Encerrado en un cascarón de ágata.
Hombre en germen, falto de luz. ¡Pobre, hombre!
He contemplado, sin embargo, todas las auroras,
he estrujado la kantuta del Ocaso,
he oído al torrente y he sentido crepitar el silencio
como la yesca en un hogar sin lumbre, sin mujer.
¡Y, ésta es toda una enseñanza!
Antes era dulce la querencia campesina,
el jarrón de leche de la ubre sonrosada,
el cantar del gallo y el arrullo de la paloma.
Una eterna primavera clavada en los ojos,
con flores y aves, árboles y frutas,
nidos y aromas metidos en el alma como cocaína.
Ahora es la lucha con el meridiano,
en el cantar del gallo, en el futuro humano,
canto rebelde, canto de Hombre en el surco aún frío.
Esperar es aún tener fe en el mañana.
El Sol espera tras la cordillera, acoquinado, 
plegadas las alas, para ser luz en la mañana umbrosa.
En la espera vamos hurgando el alma
al compás del alba.
Sonarán las esquilas pidiendo el paso,
la luz será un torrente de agua espumosa y blanca.


Y pasará la yunta, abriendo el surco negro.
La fragancia de la tierra nos llegará a las narices,
dándonos contra una piedra.
                                ¡Y, será día!
Y, seguiremos la batalla dando combos con el puño 
a la naturaleza inerte hasta dejar el surco lívido.
Arrancaremos un haz de luz en la huida.
El Olimpo dará tumbos de agonía.
Y lucharemos con el alma humana, la de cemento,
hasta ponerla en el camino, con voz y con conciencia.
Y se hará la luz, como si fuera el sol sobre las cumbres.
¡Y, será el día!




EL KARABOTAS

DE la piel del patrón has hecho tus karabotas, ¿verdad?
Con la paja brava anidas en la “chujjlla”.
Comes “cuchu-cuchu", mascas piedras
en el acantilado de Chilligua, sobre el Wencke.
Ahí has formado tu nidal, junto a los guijarros.
Como un aguilucho oteas el horizonte rocoso
y lanzas en la “corawa” los cantos rodados,
pedazos de tus lágrimas, Karabotas.
Viejo rondador de imillas, al galope,
en el “sunicho”, polvorín de la pampa,
coses barrancos bordando con el abalorio de tus ojos
la extensión sombría.
Eres el Karabotas, mi ventrículo, mi compañero.
Rondador de imillas, 
rascas la tripa de tu charango como un nuevo juglar,
y a lomo del sunicho levantas polvaredas de alpakas.
Eres el Rondador.
La “wiphala” de tu chalina del hombro, es tu gallardete.
Y con tu zurriago, semillero de asesinatos,
pegas ronzalazos en pleno pajonal.
Eres viento roquedo, gajo de “queñua”,
peñazco, “huari pucuchi” en el espejismo cordillerano.
Salpicado de hortigas, poncho gris.

Tienes, también, la “corawa” amarrada a la garganta
como un celaje.
Y, partes en el “sunicho”, cazador de ventarrones,
como el “tuttuka” de la pampa.
Anidas en el roquedo, sobre el acantilado de Chilligua,
como si fueras el Cóndor que pone mordaza 
al viento en ese enorme desfiladero:
del pajonal andino a la llanura acuosa.
                                                                        ¡Oh, Rondador!
En el bosal del “sunicho” tienes anudados los horizontes.
Se ha cuajado el Sol en la grupa de tu caballo.
Guardas la reata junto al apero chapeao
para los ronzalazos del futuro.
Cazador de vientos, Karabotas,
eres domador de tempestades.
Contigo el Wencke se hace remanso,
los torrentes tiritan, dormita el viento.
¿Cómo no dominarás en la refriega humana?
Karabotas, corre, levantando polvaredas de alpakas
                                            Al galope···




EL YATIRI

DON RUMUALDO, sacarás la suerte en la esmeralda 
                            de los campos.
Deshojarás las montañas como si fuera una Biblia.
Desnudarás al cielo como si fuera una cebolla.
                            Y las frondas llorarán tu angustia.
                            Y tus manos incendiarán el Mundo, Rumualdo.
Y serás otro enigma con tu rostro de bronce.
                            Y tus manos de piel de elefante jugarán con las sombras de la noche.

Los "hachachillas" del Wenckasi, de Anu-anuni y Khapia
                            escarbarán con sangre tus pupilas.
                            Y será tarde.

La lechuza agitará sus alas aceitosas
                            sobre el fogón donde revienta el trigo.
La luna enjuagará de leche los muros del tinglado aymára.
Mama Siska extenderá el kkamiri lleno de piojos violados.
Ellos te dirán la suerte, Rumualdo.
Te lo están diciendo con su punsón de fiebre.
                            Y será noche.

Cuando el supaya se revuelque en la pampa,
                            como en una hoja de coca,
                            con una risa de pichitanka, agorera,
las estrellas multiplicarán el cielo en los ojos
aún sonrosados de tus llokallitos ccalatos
que pedirán con las manos juntas pan y abrigo.
Hervorosa la olla de "ppesqque" temblará
en el umbral de la cocina
ante los perros vigilantes y las criaturas de hambre.
                            Y será el alba.
Así será, Rumualdo, la suerte de hoy día
para el mañana: en el cáliz de la pampa
                            beberás aljófares de lágrimas.
Así será, llena de amargura 
···



Este poemario aymará de Alberto Cuentas Zavala: PUTUTO, se publica con la cooperación generosa del Concejo Provincial de Puno, que preside, actualmente, el doctor Washington Cano; y a iniciativa del doctor Guillermo Zaá Solórzano y del Ingeniero Carlos de Arce y Aguilar, conforme al acuerdo del Concejo de 28 de Octubre de 1938. Se dio a los impresores de la Editorial Enrique Bustamante y Ballivián, —el poeta excelso, desaparecido— en Febrero del año de gracia de 1939 y sale a soportar los embates del Proceloso el 16 de Marzo de ese mismo año.

Maderas: de Amadeo Landaeta Basadre y Mateo Jaika.


Obras del autor

Obras publicadas:

Monografía de Chucuito.
Rumores del Titikaka (cuentos y poemas en prosa).
Desde la cumbre (poemas).
Pututo (poemario).

Obras éstas de sabor terrígena. Binomio del hombre y el paisaje. Quien las lea sin sectarismos de escuela, sentirá la fuerza telúrica del ambiente y la atracción del hombre kollavino. Ese ambiente pampeano y lacustre, donde el viento ulula dentro de la paja brava como la voz del aborigen. Fuerza cósmica de esa naturaleza semisalvaje.

Para publicarse del mismo autor:

El escudo de Manko —polémica—.
El problema agrario y social del Titikaka.
Historia del Kollao.
Balsas de Amantani —cuentos—.
Otros poemas.






Foto: Gus Ayna
Foto (2): Portada del poemario Pututu

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