jueves, 23 de agosto de 2018

Preso en un ovillo de luz





























Vuela un ovillo de luz.
Debajo, sobre los astros,
se presienten las sombras
y el irrespirable témpano
que desteje el enredado
jardín del corazón.

Su olfato es un cubo directo
al pozo onírico del ser:
agua visible en una cárcel invisible, 
donde el eco de los huesos es arrinconado.

El ovillo de luz, impregnado de naderías,
no hace más que aromar evocaciones
para que el martilleo antiguo del sol
no desarregle la plenitud indefinida;
pero es la luz del ovillo la que frota,
con velocidad pretérita,
la adusta irrigación del tiempo.

«Se eleva perfectamente el cuerpo obstinado del silencio,  
en su dormida frente relucen lejanos cánticos de vida».

Junto a la noche aparece un nuevo preso,
también le será revelado el oleaje de las puertas
y con la tenue música de los guardianes
se dormirá juntando ovillos de luz
que se empozan dulcemente
entre las flores dominicales.

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