Yo soy Pargat Yamir
(un lago entre
tantos ríos,
un coloso entre
tanto muro derruido),
habito el Punjab
y de opio está hecho mi ser.
¿La “aldea de las
viudas”?
Está usted
sentado en ella.
En realidad, todo
el mundo
es una gran aldea
de viudas,
¿no le parece?
Soy un muerto
vivo,
un vampiro si
usted lo prefiere.
No debería decirlo,
pero el opio
proviene íntegramente
de Kazikot.
Mi mujer me dio
gemelos
pero se murió al
rato.
Lo de Longowal… eso
sí que fue triste, muy emotivo,
verlo arder al
mediodía en medio
de cien mil
rostros desangelados,
verlo ahí, con su
inmensa túnica blanca
y su turbante color
azafrán...
y todos cantando:
¡Longowal es inmortal!
Supongo que los
sijs
durmieron bien
esa noche.
¿Recuerda Tamoli
Patna?
Una mujer saltó a
la pira funeraria de su marido
y gruñeron sus
huesos ante el fuego...
Forma parte de un
ritual prohibido,
el Sati, un
suicidio de viudas
que se pierde en
las burbujas de la historia.
¡Por ahí va la
calesa del mediodía!
A veces su
movimiento aviva en mí la idea
de que viajo
dentro, junto a mi familia.
La aguja siempre
me despierta de esas ensoñaciones;
aunque la aguja,
ahora que lo veo,
también es una
suerte de sueño.
Quizá ya esté
muerto y nadie
ha venido
corriendo a decírmelo.
Yo soy Pargat Yamir
(un río entre
tantos lagos,
un muro derruido
entre tanto coloso),
habito el Punjab
y de opio está hecho mi ser.
Nota: Poema aparecido en la antología: «GALIZA - PERÚ Libérrimo Austral», Roteiro das artes, 2017.
Foto: «Campos de opio» by Gloria Castro
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