DOBLECES
Lo desnudó como al desierto y desasosegó su alma. Su violencia era cosa dulce cada vez que lo odiaba con toda su pasión. Una mañana le cambió el corazón por un reloj. Ahora, en el olvido, solo se escucha el latido del tiempo.
DESPEDIDA
Sus últimas palabras —en aquella carta de suicidio— fueron una dolorosa y dulce elegía de la muerte, que solo la muerte, entre lágrimas, pudo leer.
ÍKARO
El cosmonauta de los vientos solares fue encontrado tendido boca arriba; sobre la arena, en sus manos calcinadas, aún ardían las llamas que Prometeo jamás pudo despojarle a los dioses.
ROEDORES
Dos ratas echaban una parrafada en el viejo depósito de antigua filmoteca, a su vez, comían los restos de una vieja películas —una adaptación de La naranja mecánica de Anthony Burgess por Stanley Kubrick— y una le decía a la otra: «Pues a mí me gustó más el libro».
LA MUERTE Y SUS SECRETOS
Al tiempo que el soldado descerrajaba una ráfaga de su FAL sobre el cuerpo rendido de aquel hombre, se abrieron todas las ventanas del pueblo para darle mil rostros a la sombra de la muerte.
Estos breves poemas en prosa pertenecen al libro «Cuando el pasado nos alcance» (Rupestre Ediciones, abril 2017) del vate ayacuchano, Pedro Olórtegui.
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