jueves, 10 de marzo de 2022

fuego ● fatuo

 



                                  la sombra del día es el espejo transeúnte de mi carne lámpara macabra que enluta mi otra orilla ● mi vientre sostiene todos los huesos del agua  no hay un solo instante que se aquiete en lo que me rodea ● sucede que todo se me cae de las cumbres tropiezo en los vestigios de lo que nunca ha acontecido mi ropaje de medianoche termina en el suelo inconexo de la mañana la borrachera musical dormita su eterna hoguera ● vagabundos besuquean sin piedad la piel seca de mi arroyo derramo hasta el silencio de saberme relámpago intoxicado desierto obnubilado en el velorio juguetón de la nada de pronto la piel de un pozo me halla viendo correr la gema de las rosas  echado en un corazón que se sabe sumamente inoportuno mi voz se abre a un falso cielo para engullir mi canción más potente cien mil lenguas de millones de años luz encienden esta nave tripulada por añejas perversiones ● los ojos de la cascadas de sogay se trepan al lomo de un burro de carga saco a relucir el emblema punzocortante de mi sonrisa (Me Entrecruzo) no, no, y no ¿Quién me reconoce? ¿Por qué me miran con esos ojos

 

 

  

 

                inmune levito viendo pasar el desfile anímico son aves inalcanzables a merced del hambre suicida  son patios esotéricos empedrados de muerte amena son astros tan raquíticos de ojos que acompañan la vejez de las flores olimpo nocturno de manos que se beben el amuleto sangriento del fuego y en ese levitar me detengo por primera vez a zarandear las viejas pilchas  las kantutas crujientes de la casa puneña  vomito toda la aversión de mis desmayos me masturbo con tanto dolor niño con tanta sequedad de ombligo  apago la vela en esta cama repleta de sueños ovillados  y no es que levite es que estoy borracho en la sonrisa enterrada de un graznido viendo el susurro de cada una de estas personas indistintamente relacionadas con mi futuro de asesino serial ● y naturalmente me reconocen y me acicalan para un baile oxidado tres campanadas de miel para que me quede quieto y no le haga daño al remanso inoportuno que ha florecido de repente  el mismo que ha traído mi penumbra al lugar donde brota el torrente invisible que iza las banderas de esta genealogía orate

 

 

 

  

                             solo caminando uno puede oír el himen de las distancias a punto de ser desvirgado solo en la calle uno puede trizarse en mitad de la escalera endeble del alcoholismo diurno sacudo la bruma infante del rostro levanto la mirada y compruebo el armamento maldito de las sombras de tanto caminar por las calles de arequipa tengo los dedos negros y la respiración del ahorcado caí de pie en la alcantarilla de mis huesos sin escuchar la combustión atenta del mundo trajiné el estallido del alba contemplando la prohibición de enterrar mi cadáver ● escuché la química de las dos de la mañana en una radio insintonizable (Cementerio de la Apacheta) busco desde siempre rechinando los dientes un silencio fiero que adormezca el griterío que llevo en los pulmones me quedé dormido entre mulas que comían la imagen de la luna a las aguas de un río muerto despierto y descubro que no tengo nada encima mucho menos los documentos que comprueben mi identidad soy la lozanía el que juega con la peste soy el año dos mil catorce soy un híbrido de presencias profanadas soy la autoestima de la locura una medallón de viento un aullido esquilmado y con mis latidos han hecho un revólver para el duelo vespertino de dos mundos irrecuperables (Lenguaje de Sombras

 

 

 

 

                                si tengo sed por qué no he de abrirme las venas en flor y beber de mi sangre como si se tratase del vaivén del primer río si tengo hambre por qué no he de comerme mi propia carne como si se tratase de un pan en el ombligo del desierto gateando por la oscuridad suprema me rompí las piernas y dejé que un amigo descubriera la salida nunca sabré si lo hizo o si también se transfiguró en oscuro vuelo un labradío de tumbas se abastece con lluvias de otros siglos cuando la salamandra era cántico de ojos elípticos (Huajsapata) cuando el cerebro era un ave carroñera sobrevolando un mundo de aromas enterrados  arrastro conmigo la condena de saberme embrión del amanecer horizonte de mi cuerpo astrolabio de mi dolor irrigación de nubes muertas planeta de plumas horrendas salgo volando como el agua de los filósofos como un grito dormido que ha sucumbido al autocanibalismo para decantarse

 

 


                                                        me pesa la armonizarma sombras de árboles borrachos me descifran los gestos umbilicales del colapso ahora es la muñeca izquierda la que me reclama atención de amante la que salta sobre el piano hermoso de mi vida ● desvistiendo los ruidos de un viejo laberinto surge enfundada en un vestido agreste tarareando un orgasmo con los dientes enloquecedores del crepúsculo y aquel golpe le arrebata la coloración eterna con la premura de sus manos ciegas y la deja en el suelo con el báculo romántico de sus ojos curativos desando la partitura de mi satori puneño la piel cobarde de esa muerte le prende fuego a mi cabellera cancharani y el amanecer es una costra extraña en mi frente antes era el pulgar derecho ahora es la muñeca izquierda la que identifica el calor de lo inerte la que mide el pulso gangrenado del equilibrio a mí que ando cayéndome cada vez que veo pasar la piel fresca del silencio cada vez que un astro se vuelve loco en su floresta cada vez que un gato entierra su delirio en la noche de un recién nacido ● cada vez que me fotografío póstumamente con la boca este eco asiste a la proyección de todas las órbitas absurdas de mi corazón boquiabierto por todo lo que veo cierro los ojos para estar aquí








Estos poemas (con algunas correcciones) fueron publicados en la muestra de poesía: «Diez poetas de un solo caño», editada en Puno en el 2014 por Cuervo Editores.


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