domingo, 14 de abril de 2019

EDMUNDO CAMARGO: «Arcilla para mi voz»





POÉTICA

Yo tuve que nacer después de tanta herida 
entre el ángel sanguinario
cuya espada abrió arpas de sangre.

Era ya un día antiguo
bajo la sombra cárdena de las palomas
un tiempo mensurado
por este cementerio de sangres
que aún no es mío.

Yo tuve que llegar
rompiendo las palabras
las formas
atravesar primaveras oliendo a azúcar
entre una población innominada
hallar arcilla para mi voz
manchar los lienzos puros de la nada
de pronto ver cómo del cieno
sonando antiguos cráneos
de la ceniza
un oleaje disforme de hombres
subía hasta mis límites
y hundían en mi sangre sus rostros
su vocerío ávido.


OFICIO

Yo sé que de he de morir un día 
en que no encuentre mi soledad junto a mi sombra
habrá un olor a casas barbadas por el musgo
y un aire lleno de rostros olvidados.

Ya la ciudad respira con pulmones metálicos
la piedra es cuenca vaciada del silencio
y el agua detenida es cielo muerto.

Conmigo va mi sangre como un lobo de lengua fatigada
y mis ahijadas lágrimas
que siempre llegan viejas en el vino
estoy ronco de viento color de calamina
entre tanta ventana que jadea 
y tanto árbol de luto encarcelando pájaros.

Llevo un entierro en mi alma 
y el recuerdo de un día que llegué sobre el mundo
a la muerte de un dios en orfandad
que solo tuvo cielo.
El corazón me duele a telaraña de lluvia tejedora
y me suenan los clavos de mi crucifixión. 

Si han venido a cobrar mi soledad
solo ha de ser el frío rezando en el metal
el agua como una concertina de barro derramada
la piedra en tentativa de soñar
y estas últimas sílabas robadas a la muerte.

Es ya un asombro a tierra mi pisada
y un cementerio de humo mi cansancio.
Quizás sea yo mismo convocando al entierro
de mi alma
o un viejo enterrador de rostros mutilados.

Si han venido a cobrar mi soledad
solo ha de ser el día sangrando entre los dientes
de los perros. Solo será mi sombra
y un miedo ronco respirando las casas.


POBLACIÓN SUBTERRÁNEA

Quiero morar debajo de la tierra
en un diálogo eterno con las sales, raíces mis
cabellos
arcilla mis palabras,
donde nunca me hieran tus ojos sembradores
entre un pueblo de muertos, tabicada mi boca.

Es un mundo de lluvia endurecida
y de canas más dulces que el recuerdo del hombre
será un espeso día que me toque la lengua
y una mano muy tierna que me junte los huesos.

Quiero sentir la tierra circular por mis venas
morderla fríamente, clavaría con mis tibias
sintiéndome en su inmensa placenta, adormecido
como un niño a la espera de un nuevo natalicio.


ALELUYA EN PIEDRA

Entonces fecundé las estatuas 
dormí entre doncellas de piedra mis yodos ágiles
destapé la savia
y los pájaros la comieron hasta agujerearla.
Toda alegría transfigura el hueso
todo viento fecunda sus harinas
y su desnudez cubrió mis órganos.

Mi mano flagelada de rostros y osamentas
penetró la luz seca de sus vientres
hasta encontrar el sonido visual
de lo que las estatuas conciben.
Mis ojos se desdoblaron adivinando la sombra del meteoro.
A mi la trompeta con lengua del óxido.

Toda alegría transfigura el hueso
su onda hace estallar la saliva en giros ornamentales
entre rieles y cables de rostro mortal
entre los trenes animales encinta y su enorme dominio de la pena
digo adiós, mi mano flagelada de rostros y osamentas,
mi museo de cabezas tronchadas.

Esta alegría fecunda sus harinas
su desnudez cubre mis órganos.


Edmundo Camargo Ferreira (Sucre, 1936 — Cochabamba, 1964). Escritor precoz, como testimonian sus poemas publicados en la prensa en su etapa de estudiante de escuela, no llegó a ver publicada su única colección de poesía, Del tiempo de la muerte,debido a su temprana muerte. Colección que reúne varios ciclos poéticos, su publicación fue encargada por el mismo Camargo antes de su muerte al poeta y narrador Jorge Suárez.

Estos cuatro poemas aparecen en Fosa Común, antología de poesía boliviana de Humberto Quino publicada en La Paz el año 1985 (Ediciones de Taller).

Pintura: «Mallasa» de Maria Luisa Pacheco, pintora boliviana.

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