I
Estoy de
vuelta,
de muy lejos de
la vida.
Traigo en mi
alforja
un puñado de
todas las cenizas.
He golpeado
taciturno
Los caminos
sedientos de tragedia.
Poliforme
trajín
De esa mecánica
comercial.
Sombría
oscilación de sueños.
Martilleo incesante
de tumbas.
Todas las
tintas ensayan
sus colores
sobre los horizontes.
Un siniestro
labrador
ha pasado tres
veces
su arado sobre
mi corazón.
X
Ni una línea,
ni una vertical
amiga
en el plano
oscilante de mi soledad.
Espejo fugaz de
la mañana.
Siento apenas
las contorsiones
del esqueleto
musical del recuerdo.
Cesa mi pluma
de pintar
en el circo
cuotidiano de las orbes.
Tumbos de
fuerza para la sed
vigilante de
mis ansías.
Mágicos
carteles del movimiento:
en el jalope de
sus venas incrusto
las aristas
pensantes de mi nombre.
En vano danza
en mi cielo
el hechizo
comercial de la esperanza.
Dialogando
conmigo mismo,
simplifico el
sentido de la Tierra
con la lente
total de mi pensamiento.
XIII
Parto en dos el
harapo
arrogante de
las horas.
Me siento más
fuerte
que nunca en
este agitado
comercio de
motores dispersos.
Campanas de mis
puños
sobre los
cuatro
girones
crepusculares.
Herméticamente
entierro
en los senos de
la Tierra
el teclado
incesante
de una larga
correspondencia.
Interrogatorio
quemante
de la noche
enlutada.
Con espiral de
imanes
escribo en la
frente de la Vida
la mayúscula de
mi nombre.
Extraño rondar
edades.
De mis entrañas
arranco
una mágica
hilera
de puñales
pensantes.
Siento a las
ruedas de mi credo
estrujar el
esqueleto del hombre errante.
XIV
Miro lo
ilimitado. Caminan mis ojos
a la estación
de todos los viajeros.
Están cerradas
las puertas.
Sed de desierto
en los senderos.
En los cuatro
puntos cardinales
está triste la
materia
y visten luto
las montañas.
Festín de voces
en las alturas.
Entre cenizas,
vivos y muertos
mezclan las
migas de sus instintos.
Derramando
siglos, pasta
el Tiempo…
rebaños de Universos.
BONUS
POEMA
La calle se
viste de luto
y está sola de
amigos.
Soy el único
caminante
que amasa sus
veredas
con golpes bien
marcados.
Trayectoria
cíclica
de mi nocturno
amor.
Los postes
taciturnos
están desnudos
de cortinas
familiares.
De tanto pasar
por los arcos
de las casas,
mi nuevo sombrero
tiene ya el
aspecto
de una tumba
sin color.
En la pizarra
eléctrica del cielo
se clavan los
signos de mi nombre
como una
llamarada azul.
Hoy, en mi mesa
de trabajo,
pongo un manojo
de papeles
mojados de
tanto llorar.
ALBERTO MOSTAJO RIQUELME
(PUNO 1896 - AREQUIPA 1984)
Cursó estudios iniciales en el Centro Escolar 881, que dirigió el emblemático José Antonio Encinas. Prosiguió estudios en Lima, en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe. Años después regresó a Puno y, a pesar de sus gusto marcado por la literatura, no mantuvo contacto con la generación Orkopata. Su desmedida pasión por la vanguardia lo motivó a publicar, en 1925, «Cosmos». Su segundo libro de poemas se tituló «Canción infinita», los poemas presentados en este post pertenecen a este libro. Dejó inconcluso un tercer libro de poemas: «Rayos X», ya que una decisión familiar lo condujo, severamente, hacia el hospital psiquiátrico Víctor Larco Herrera, aduciendo que el poeta mostraba ya una avanzada esquizofrénia. Auxiliado por su hijo, salió de Larco Herrera en 1982 y finalmente murió en Arequipa en 1984. En las últimas décadas su obra se ha revitalizado y recuperado su esplendor.
Fotografía: Fotograma de la película «El gabinete del Doctor Caligari», de la cual se han cumplido 100 años, en febrero.
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