jueves, 23 de julio de 2020

ALBERTO MOSTAJO: «Canción infinita»




I

Estoy de vuelta,
de muy lejos de la vida.
Traigo en mi alforja
un puñado de todas las cenizas.
He golpeado taciturno
Los caminos sedientos de tragedia.

Poliforme trajín
De esa mecánica comercial.
Sombría oscilación de sueños.
Martilleo incesante de tumbas.
Todas las tintas ensayan
sus colores sobre los horizontes.

Un siniestro labrador
ha pasado tres veces 
su arado sobre mi corazón.


X

Ni una línea,
ni una vertical amiga
en el plano oscilante de mi soledad.
Espejo fugaz de la mañana.
Siento apenas las contorsiones
del esqueleto musical del recuerdo.
Cesa mi pluma de pintar
en el circo cuotidiano de las orbes.

Tumbos de fuerza para la sed
vigilante de mis ansías.
Mágicos carteles del movimiento:
en el jalope de sus venas incrusto
las aristas pensantes de mi nombre.
En vano danza en mi cielo
el hechizo comercial de la esperanza.
Dialogando conmigo mismo,
simplifico el sentido de la Tierra
con la lente total de mi pensamiento. 


XIII

Parto en dos el harapo
arrogante de las horas.
Me siento más fuerte
que nunca en este agitado
comercio de motores dispersos.
Campanas de mis puños
sobre los cuatro
girones crepusculares.
Herméticamente entierro
en los senos de la Tierra
el teclado incesante
de una larga correspondencia.
Interrogatorio quemante
de la noche enlutada.
Con espiral de imanes
escribo en la frente de la Vida
la mayúscula de mi nombre.

Extraño rondar edades.
De mis entrañas arranco
una mágica hilera
de puñales pensantes.
Siento a las ruedas de mi credo
estrujar el esqueleto del hombre errante.


XIV

Miro lo ilimitado. Caminan mis ojos
a la estación de todos los viajeros.

Están cerradas las puertas.

Sed de desierto en los senderos.

En los cuatro puntos cardinales
está triste la materia
y visten luto las montañas.

Festín de voces en las alturas.

Entre cenizas, vivos y muertos
mezclan las migas de sus instintos.

Derramando siglos, pasta
el Tiempo… rebaños de Universos.


BONUS


POEMA

La calle se viste de luto
y está sola de amigos.
Soy el único caminante
que amasa sus veredas
con golpes bien marcados.
Trayectoria cíclica
de mi nocturno amor.
Los postes taciturnos
están desnudos
de cortinas familiares.
De tanto pasar por los arcos
de las casas, mi nuevo sombrero
tiene ya el aspecto
de una tumba sin color.
En la pizarra eléctrica del cielo
se clavan los signos de mi nombre
como una llamarada azul.

Hoy, en mi mesa de trabajo,
pongo un manojo de papeles
mojados de tanto llorar.


ALBERTO MOSTAJO RIQUELME
(PUNO 1896 - AREQUIPA 1984)

Cursó estudios iniciales en el Centro Escolar 881, que dirigió el emblemático José Antonio Encinas. Prosiguió estudios en Lima, en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe. Años después regresó a Puno y, a pesar de sus gusto marcado por la literatura, no mantuvo contacto con la generación Orkopata. Su desmedida pasión por la vanguardia lo motivó a publicar, en 1925, «Cosmos». Su segundo libro de poemas se tituló «Canción infinita», los poemas presentados en este post pertenecen a este libro. Dejó inconcluso un tercer libro de poemas: «Rayos X», ya que una decisión familiar lo condujo, severamente, hacia el hospital psiquiátrico Víctor Larco Herrera, aduciendo que el poeta mostraba ya una avanzada esquizofrénia. Auxiliado por su hijo, salió de Larco Herrera en 1982 y finalmente murió en Arequipa en 1984. En las últimas décadas su obra se ha revitalizado y recuperado su esplendor. 

Fotografía: Fotograma de la película «El gabinete del Doctor Caligari», de la cual se han cumplido 100 años, en febrero.

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